Fue un encuentro épico. Años después los poetas escribirían
sobre ello y los músicos interpretarían las más recordadas canciones. Bernardo
y Jesús, cara a cara. Bueno, no exactamente cara a cara, el gordo vio que en el
piso había una tapita de Quilmes y se lanzó de cabeza vorazmente para lamer las
gotas que contenía. Fue en ese entonces que su pantalón se rompió y comenzó a
revolcarse en el piso.
- - ¿Alguien puede ayudar a ese hombre? – vociferó
Jeff mirando a todos lados en un desesperado intento de aparentar que no tenía
nada que ver con ese estropajo humano.
Marito se había puesto a maullar como si sólo fuera un gato
normal sin la capacidad de hablar y buscaba con sus grandes ojos redondos un
alma caritativa que le diera algo de leche.
Jesús se acercó a Bernardo observándolo compasivamente. Su
manto blanco ondeaba con el viento, dejando al descubierto un tatuaje de los
Rolling Stones en su tobillo.
- Levántate, tu fe te ha salvado – le dijo el nazareno
tendiéndole la mano. Bernardo se la apartó con violencia e intentó levantarse
de un salto. No pudo. Lo intentó de nuevo. Tampoco pudo. Comenzó a rodar por el
piso de tierra levantando grandes nubes de polvo hasta llegar hasta la pared de
una casa a la que pudo aferrarse. Se levantó aparatosamente y miró con furia a
Jesús.
- - ¿Cómo que mi res me ha salvado? ¿Me estás
diciendo gordo? ¿Acaso soy una vaca? – lo increpó duramente.
A lo lejos se sintió una risa sofocada. Marito, en un
esfuerzo sobre-gatuno para no reírse, colocaba sus dos zarpas en su boca. Captó
una sombra por el rabillo de su ojo y al girar contempló ante sí la figura de
Pancho, la Nutria.
- - ¿Qué os resulta tan gracioso? Debéis respetar la
obesidad de aquel ser – le dijo duramente acomodándose el manto rojo y dorado
recubierto de piel de nutria.
- - Yo me río de lo que quiero, comepapas – le
contestó Marito erizando el pelaje – Además,
míralo, no es más imbécil porque no le da el tiempo.
Entre los dos contemplaron a Bernardo, quien los miraba con
la boca abierta y en un estado de estupefacción total. Lentamente su cara se
fue transformando en una amplia sonrisa boba mientras exclamaba triunfalmente:
- O sea, ya entendí, es dos veces animal porque es gato y araña, jajajaja.
Jeff cavaba un pozo, viendo si podía esconderse o llegar a
China para huir de aquella situación. Marito lloraba sangre, de la risa y de la
lástima. Pancho comía papas. Jesús se acercaba para imponerle las manos al
gordo y Judas, aprovechando la confusión, le robaba la billetera a Jesús.
- No teman, yo he venido para que tengan vida en abundancia –
exclamó Jesús. A Bernardo se le iluminó la mirada.
- - ¿Para que tengamos birra? ¿En abundancia? – creo
que podemos llevarnos bien, Alberto – gritó emocionado el gordo.
- - Soy Jesús, no Alberto.
- - Es lo mismo – dijo Bernardo al tiempo que sacaba
su Game Boy Advance para rascarse la espalda.
Jesús intentó imponerle las manos
a Bernardo con un podercito azul que brillaba, el gordo pensó que era su trago
favorito, el semen de pitufo, y ahí fue que todo se fue al infierno.
Jeff malinterpretó la situación,
sacó su .44 y gatilló tres veces al nazareno al tiempo que Marito aplicaba un
zarpazo mortalmente dirigido al quinto metatarsiano de Pancho (el cual no
surtiría efecto porque las nutrias sólo tienen cuatro)
Jesús giró hacia su agresor y
contemplando con serenidad las balas dijo: No. Los proyectiles cayeron al suelo
inofensivamente. La gente se agolpaba para ver el milagro, muchos aplaudían a
Jesús que con una sonrisa recibía los vítores del público. Pero fue en ese
momento que sintió una voz en su oído, acompañada por un hedor rancio a cerveza
y a facturas del día anterior.
- - Esquiva esto – Le dijo Bernardo mientras
estrellaba el Santo Porrón en la cabeza del nazareno.
El golpe produjo una gran explosión, destruyendo casas,
automóviles, y puestos de diarios La Nación. La onda expansiva arrojó a los
compañeros contra un puesto ambulante, destrozándolo completamente.
El primero en emerger fue Bernardo, con una empanada de
humita en la mano. El vendedor del puesto se tomaba la cabeza mientras le
gritaba al gordo.
- - ¡Me destruyeron todo el puesto y encima me sacás
el morfi! – lo acusó.
- - Dejate de joder, a esta empanada la vengo
añejando desde hace años – se defendió el gordo mientras devoraba los granos de
choclo ya negros y petrificados.
Jeff y Marito (quien se acicalaba enérgicamente) ya se
habían puesto en pie cuando vieron algo que les heló la sangre. El humo se
disipó y pudieron ver claramente dos figuras una al lado de la otra. Pancho, la
nutria, despojado de su manto, ahora vistiendo una camiseta de Colón de Santa
Fe, y a su lado, Jesús, desnudo del torso para arriba, mostrando unos
abdominales super desarrollados y unos brazos que no tenían nada que envidiarle
a Vin Diesel.
- - Hay días malos – murmuró Jeff.
- - Y hay días legendariamente malos – completó
Marito mientras de su lomo emergía una hélice de helicóptero apache y un pack
de misiles se acoplaban a sus patas.
La gente ya había hecho de nuevo un círculo para contemplar
la inminente batalla que se aproximaba. Algunos ya estaban filmando, prestos a
subir a Youtube todo lo que suceda.
Y comenzó la batalla. Con un grito desaforado el cabello de
Jesús pasó de un castaño a un rubio intenso y se lanzó contra Bernardo
aullando.
Marito levantó vuelo mientras con su complicado sistema de
ataque lanzaba misiles a diestra y siniestra contra Pancho. Jeff, sin saber
bien que hacer, comenzó a girar y a disparar para todos lados mientras gritaba
como un loco y los civiles caían por montones al ser heridos por las balas.
La pelea entre Bernardo y Jesús era épica. Se aplicaban golpes
de todo tipo. Puños, patadas, cabezazos y rodillazos. La acción era salvaje. Por otro lado, Pancho se sobreponía a la
sorpresa inicial y lanzaba papas explosivas contra Marito, que ante el ataque
plegó sus alas y entabló combate cuerpo a cuerpo. Jeff, tirado en el piso,
giraba sobre su eje gritando y disparando, había quebrado emocionalmente de una
forma notable.
De pronto, en medio de tanta violencia y excitación, unos
gritos llamaron la atención de los combatientes, excepto de Jeff que seguía
girando y disparando. Bernardo, cansado, trató de prestar atención, pero era
sábado (no hace falta aclarar más) Jesús utilizó su visión nocturna para ver
más allá de la gente, pero no le sirvió porque era de día. Fue gracias a los
ojos gatunos de Marito y a la visión nutriana de Pancho que lograron entender
que sucedía. Allí, a las mismísimas puertas de Jerusalén, había llegado un gran
contingente de personajes. Los amigos los reconocieron inmediatamente.
- - Oh, no – exclamó Bernardo destapando una Quilmes
con una alpargata – Lo que me temía: Libertinianos.