viernes, 8 de abril de 2011

"La Búsqueda del Santo Porrón" Parte 4.

La llegada al Gran Pozo atrajo comportamientos erróneos en Mario, que se atrevió a hacer un chiste.
- ¿Saben cuál es el animal que es dos veces animal? ¡El gato! ¡Por que es gato y araña! ¿Entienden? ¡Soy dos veces animal!! 
No tardó en recibir un violento pajillazo de parte del reconocido cartón asesino como muestra de desagrado.
- ¡Aayy! – gimió afeminadamente el felino cual estribillo de Airbag.
Bernardo miraba alrededor en busca de Walter, pero no lograba encontrarlo. Después de un tiempo considerable de atenta observación con sus lentes 3D que le habían dado en el cine hacía sólo unas semanas, confirmó sus temores. Se acercaban los lybertinianos.
-       Bueno – comenzó Bernardo en tono solemne. Llega un momento en la vida de todo hombre que debe tomar una seria desición. A mi ya se me presentó ese momento cuando tuve que cambiar la figurita del Bati por la de Pikachu. Tristemente me enteré dos meses después que el álbum de Pókemon y el del Mundial del 94 eran cosas distintas. A lo que voy mis amigos. Son libres de seguir adelante conmigo, o tomar sus cosas y comenzar a...
-       ¡Chau Gordo! – lo interrumpió Marito al tiempo que sacudía una zarpa a modo de saludo y esbozaba una sonrisa gatuna (¿de que otra manera va a sonreír un gato que no sea gatunamente?).
-       ¡Paraaaaaá! – le gritó el cantinero. ¿No te das cuenta que lo pregunté por compromiso? ¡Vení ya para acá porque si te agarró te hago felpudo!
-       ¿Te crees que te tengo miedo? ¡Ñoqui mal amasado! – contraatacó furiosamente Mario.
Fue en ese momento cuando Caja Vengadora vió la necesidad de interrumpir.
-       ¡Parad! Tenemos un enemigo en común. No debéis enfrentaros cual alimañas iracundas desamparadas.
Marito y Bernardo lo contemplaron en un silencio sepulcral sin entender una palabra.
-       No jodan más – tradujo Caja.
Bernardo seguía tan perdido como sordo en tiroteo. Hasta que al fin comprendió.
-       ¡Ah! ¡Claro! Jaja. Dos veces animal. Porque es gato pero araña. O sea, araña del verbo arañar pero también hay que entenderlo a la vez como el bicho. ¡Que ingenioso!
Marito no pudo más que reír ante la inutilidad de Bernardo, pero eso logró descomprimir la situación.
Cuando se percataron ya casi tenían encima a los lybertinianos que acudían a ellos con fuertes gritos de guerra. Bernardo miró a sus compañeros, quienes asintieron con la cabeza y fueron al encuentro del enemigo gritando desaforadamente.
-       ¡Por Quilmeeeeees! – aulló Bernardo mientras se sacaba el cinto y lo revoleaba cual boleadora desenfrenada.
El maullido de Marito resonó por todo el valle y la canción de la propaganda de Cindor se hizo presente una vez más.
Bernardo había desandado a la carrera (trote ligero) unos 50 metros cuando tuvo que detenerse a tomar aire. Por lo cual Caja y Marito atacaron solos. El gato se elevó en los cielos y cayó con temeridad sobre sus enemigos, arañándolos, mordiéndolos y propinándole también furiosos lengüetazos llenos de pelos. La confusión se apoderó totalmente de los libertinianos cuando Caja comenzó a blandir su descomunal pajilla. Amagó un ataque por la derecha y tomando su arma con las dos manos golpeó en pleno rostro a un enemigo que salió despedido unos cuantos metros. El contingente enemigo comenzó a sobreponerse de la sorpresa inicial y atacaba precipitadamente con palos, envases descartables de Liberty y demás objetos del entorno. Al cabo de un rato Marito no tenía lugar donde no tuviera un golpe y Caja estaba machucado en diversos sectores de su cuerpo. El gato, como última jugada, utilizó su poder felino para detener la cámara, y hacerla girar al tiempo que propinaba una patada giratoria al mejor estilo Street Fighter. Al terminar de ejecutar su ataque, un caño PVC fue a dar en su lomo derribándolo aturdido.
En el instante en que se proponían acabar con su vida, un porrón surcó los aires explotando en una vorágine de cerveza y vidrios. Bernardo se había hecho presente.
-       Que bestia que soy – pensó Bernardo. Los gatos tienen siete vidas… Acabé de desperdiciar una buena cerveza.
Con la llegada del cantinero, la pelea se reanudó con ferocidad. Bernardo sabía pelear. Todo su cuerpo era un arma. Quedó demostrado al noquear a varios con su barriga descomunal. Cuando se vió enfrentado a tres rivales por su cuenta, sacó de su bolsa de trucos (así la llamaba él a pesar de ser una cartera de mujer) un libro de catequesis para adultos. “¿Por qué tengo esto?” pensó antes de arrojarlo como si de un boomerang se tratara. Básicamente, es un libro. Por lo que lo único que fue capaz de hacer fue atontar un poco a uno de los libertinianos. “Ahora si que soy boleta” pensó nuevamente Bernardo. En ese momento todo se detuvo mientras el cantinero reflexionaba. “No es justo que la vida termine así. Sé que soy un poco vago… Bueno, soy bastante vago… Está bien, no sirvo para nada. Pero no me lo merezco. Ahora que lo pienso bien, mi vida ha sido una serie de momentos de “ya fue, no voy, aviso a las 9:30”. Quisiera arrepentirme. Pero, ¿saben qué? No puedo. Porque realmente lo disfruté. Habrá sido un de los placeres mas grandes de mi vida. Y ahora estoy por morir. ¿Debería decirle al felino lo que siento por él? ¿Será amor? Porque estoy pensando en él y siento como mariposas en la panza. Ah, cierto que me comí unas mariposas antes de llegar acá. Tenía hambre. Esperen un momento… ¿Qué es eso?
El tiempo volvió a la normalidad justo cuando los enemigos se echaban sobre Bernardo. Pero no lo lograron hacer, fueron derribados por unos sujetos a caballo que atacan con grandes porrones como armas. Al poco tiempo, todos los libertinianos fueron reducidos y un silencio incómodo prevaleció en el Gran Pozo. Bernardo pudo observar a Caja, apoyado con dificultad en su pajilla, jadeando cansinamente. “Así que eso estar cansado” pensó Bernardo. También se fijo en Marito, quien se lamía sus heridas divertidamente.
-        Mmmh… soy más sabroso de lo que creía – afirmó el felino.
Pronto, dos jinetes se destacaron del grueso del ejército que tenían ante si y se aproximaron al grupo de amigos. – Bienhallado, oh Gran Buscador del Santo Porrón. Soy el general Russenhoff Heineken y él es mi teniente general Artémides Schneider. Bernardo se emocionó ante la presencia de tan ilustres personajes.
-       Gracias – dijo orgullosamente. No se hubieran molestado, lo nuestro era un tramite nomás.
-       Si, un trámite al matadero gordo. De acá salías hecho morcilla – le contestó Heineken. Escuchame y déjate de pavadas. Me llegó un mensaje del futuro de parte tuya. Me avisó de la pelea y del peligro que corrías. ¿Es paradójico no? Es lo único que podés correr vos, peligro. Porque en lo referente a actividad física sos un incompetente.
-       Actividad - ¿Qué? – preguntó Bernardo anonadado.
-       Un momento – interrumpió Marito. Hay algo que se me hace difícil comprender. Si vos mismo te estas ayudando desde el futuro ¿Por qué carajo no te decís donde está el Santo Porrón y listo?
En ese momento Bernardo no estaba prestando atención ya que se distrajo lamiendo sus propias heridas. Claro, era la única forma de curarse que había presenciado.
“Claro” pensó Marito. “No escuchó mi consejo. Por ese motivo no lo hará en el futuro. Y además si le digo puedo cambiar el curso de los acontecimientos y eso no sería bueno.
-       La historia es como un gran río mi querido felino – interrumpió una voz misteriosa. Podés tirar una piedra, un tronco, un Lamborghini, un Diabolo Bronco, pero eso no va a cambiar el cauce del río.
-       ¡Que capo eh! – se sorprendió Marito. ¿Quién anda ahí? ¿Y porque me lees la mente?
-       La pregunta, mi pequeño ser gatuno, sería ¿si yo no te interrumpía… hubieras preguntado eso?
-       Eh… No. – contestó con seguridad el gato.
-       Claro… es bastante obvio… Eh… La pregunta era otra… A ver… Esperá…
Pasó un buen tiempo donde reinó el silencio y la incomodidad. Al fin, la voz volvió a surgir.
-       Mirá, voy a serte sincero. En realidad no te leí los pensamientos. Me pareció una buena entrada que venía practicando desde hace años y me salió mal… Ah, ¿Qué mas da? Ya fue.
De la oscuridad surgió una figura corpulenta, vestía un sobretodo y llevaba un sombrero elegante. Y Bernardo, totalmente sorprendido, entendió quien era.
-       ¡Jeff Bridges! ¡Sos vos! – gritó emocionado.
-       Así es mi querido e inútil amigo, soy yo.
-       Pero ¿no estabas muerto? Te vi morir…
-       Necesitaba que creyeras que había muerto – sonrió Jeff.
-       Ehh… ¿para que? – interrumpió Marito. No tiene mucho sentido.
-       Ah, mi querido felino, pero si yo no lo hubiera dicho, no te lo hubieras preguntado.
Un murmullo de asombro recorrió la multitud ante la aparente sabiduría de Jeff.
-       ¡Pará un poco! – se escandalizó el felino. No tiene sen…
-       Felino – interrumpió Jeff con tono paternal. Debes controlar la furia o la furia te controlará a ti.
Esta vez hubo aplausos y vítores entre la multitud mientras aclamaban a Jeff. El sonreía y levantaba ambas manos saludando a la multitud. Bernardo derramaba abundantes lágrimas sobre su túnica. Se acercó a Jeff visiblemente emocionado y le dijo: “Verdaderamente eres el hijo del hombre”.
Marito contemplaba la escena con incredulidad. - ¿No se dan cuenta que hizo la gran Arjona? ¡Dio vuelta la frase! – se escandalizó el gato. Pero nadie le prestaba atención y se acercaban a Jeff para palmearlo y hablar con él.
-       Me presento, mi nombre es Jeff Bridges, Profeta de las Naciones del Norte, Amo de las Montañas y Guardián del Santo Porrón - dijo sonriendo levemente. Si mi querido Bernardo, te tenía que inducir a buscar el porrón, me di cuenta que eras muy inútil como para ir a buscarlo por tu cuenta y realmente esto de ser guardián por muchos años cansa. Necesito otro laburo, dentro de poco me jubilo y tengo que pensar en laburar en algo mejor. Supongo que me entendés lo que te digo. Bernardo, eres el elegido para ser el heredero del Santo Porrón. Antes de que te engendraras en el seno de tu madre, yo ya te había consagrado digno poseedor del Santo Porrón. Antes de que…
- Yo nací de un huevo, tarúpido - interrumpió Bernardo para corregir según su criterio. A mi me explicaron bien las cosas. Se ve que a vos te curtieron con el cuento de los cigüeñales.
- Cigueñas… - corrigió Caja, que hasta el momento había estado en silencio (las cajas de cartón no suelen hablar mucho). Jeff comenzaba a cuestionarse muy seriamente la elección del heredero…
Sacó un papel de su bolsillo y lo leyó disimuladamente para corroborar que no estuviese equivocado en lo que estaba haciendo. “Petiso, gordo, acompañado de un gato y una caja (por separado). Mentalmente muy retrasado” decía la profecía que el mismo había escrito años atrás. “Por más que lo lea mil veces no va a cambiar lo que dice el papel. El gordo es así de incompetente” pensó Jeff.
- Y si… sos vos -  dijo lamentándose para sus adentros. - El Santo Porrón esta al final de esta cueva - dijo el profeta señalando un hueco en la imponente pared de piedra. Tendrás que ir solo, Bernardo, tú eres el elegido. Bernardo comprendió, extrañamente, que debía dejar a sus amigos para poder ir en busca del Santo Porrón.
- Tomá-  extendió la mano Jeff dándole un walkie talkie. Se te va a complicar la bocha allá adentro. Vamos a estar comunicados, no te preocupes.
- Comando estelar a Buzz Light Year - comentó Bernardo acercándose al aparato.
La expresión en la cara de Jeff resumía una mezcla de angustia, pena, tristeza y frustración potenciada.
De pronto, a lo lejos divisaron un gran contingente de libertinianos dirigiéndose su ubicación.
-       Apurate gordo – le dijo Jeff. Ahora solo vos nos podés salvar de los herejes. ¡Metele gas!
Bernardo, entendiendo la gravedad de la situación se acercó a Marito y a Caja y después de jugar un “el que se cae tiene novia” se despidió emocionado de ellos.
-       Por acá no pasa nadie – dijo el gato alegremente mientras esbozaba su peligrosa sonrisa. Solo espero que no se acuerden que una vez no pude ir a un partido que me habían invitado estos libertinianos. Les avisé unos minutos antes que no iba por una paloma mensajera que… Ah… claro… me comí la paloma. Básicamente nunca supieron nada… Ja, mejor así. Se despidió del cantinero guiñando un ojo e interrogando a Caja. - ¿Qué te pasa calabaza? – le preguntó alegremente.
-       Soy una caja, no una calabaza – contestó agriamente el interpelado.
Marito sonrió desdeñosamente y saludó al cantinero.
Bernardo se armó de coraje, se subió el cierre del pantalón, y se adentro en la oscuridad de la cueva camino a su destino.
Le pareció oir en la lejanía las palabras de Jeff: “Está más cerca de lo que pensás”.