martes, 29 de abril de 2014

"La Gran Guerra" Parte 3.

Fue un encuentro épico. Años después los poetas escribirían sobre ello y los músicos interpretarían las más recordadas canciones. Bernardo y Jesús, cara a cara. Bueno, no exactamente cara a cara, el gordo vio que en el piso había una tapita de Quilmes y se lanzó de cabeza vorazmente para lamer las gotas que contenía. Fue en ese entonces que su pantalón se rompió y comenzó a revolcarse en el piso.

-   - ¿Alguien puede ayudar a ese hombre? – vociferó Jeff mirando a todos lados en un desesperado intento de aparentar que no tenía nada que ver con ese estropajo humano.
Marito se había puesto a maullar como si sólo fuera un gato normal sin la capacidad de hablar y buscaba con sus grandes ojos redondos un alma caritativa que le diera algo de leche.
Jesús se acercó a Bernardo observándolo compasivamente. Su manto blanco ondeaba con el viento, dejando al descubierto un tatuaje de los Rolling Stones en su tobillo.

- Levántate, tu fe te ha salvado – le dijo el nazareno tendiéndole la mano. Bernardo se la apartó con violencia e intentó levantarse de un salto. No pudo. Lo intentó de nuevo. Tampoco pudo. Comenzó a rodar por el piso de tierra levantando grandes nubes de polvo hasta llegar hasta la pared de una casa a la que pudo aferrarse. Se levantó aparatosamente y miró con furia a Jesús.

-   - ¿Cómo que mi res me ha salvado? ¿Me estás diciendo gordo? ¿Acaso soy una vaca? – lo increpó duramente.
A lo lejos se sintió una risa sofocada. Marito, en un esfuerzo sobre-gatuno para no reírse, colocaba sus dos zarpas en su boca. Captó una sombra por el rabillo de su ojo y al girar contempló ante sí la figura de Pancho, la Nutria.

-   - ¿Qué os resulta tan gracioso? Debéis respetar la obesidad de aquel ser – le dijo duramente acomodándose el manto rojo y dorado recubierto de piel de nutria.

-   - Yo me río de lo que quiero, comepapas – le contestó Marito erizando el pelaje – Además,  míralo, no es más imbécil porque no le da el tiempo.

Entre los dos contemplaron a Bernardo, quien los miraba con la boca abierta y en un estado de estupefacción total. Lentamente su cara se fue transformando en una amplia sonrisa boba mientras exclamaba triunfalmente: - O sea, ya entendí, es dos veces animal porque es gato y araña, jajajaja.

Jeff cavaba un pozo, viendo si podía esconderse o llegar a China para huir de aquella situación. Marito lloraba sangre, de la risa y de la lástima. Pancho comía papas. Jesús se acercaba para imponerle las manos al gordo y Judas, aprovechando la confusión, le robaba la billetera a Jesús.

- No teman, yo he venido para que tengan vida en abundancia – exclamó Jesús. A Bernardo se le iluminó la mirada.
-  - ¿Para que tengamos birra? ¿En abundancia? – creo que podemos llevarnos bien, Alberto – gritó emocionado el gordo.
-         - Soy Jesús, no Alberto.
-        -  Es lo mismo – dijo Bernardo al tiempo que sacaba su Game Boy Advance para rascarse la espalda.
Jesús intentó imponerle las manos a Bernardo con un podercito azul que brillaba, el gordo pensó que era su trago favorito, el semen de pitufo, y ahí fue que todo se fue al infierno.
Jeff malinterpretó la situación, sacó su .44 y gatilló tres veces al nazareno al tiempo que Marito aplicaba un zarpazo mortalmente dirigido al quinto metatarsiano de Pancho (el cual no surtiría efecto porque las nutrias sólo tienen cuatro)
Jesús giró hacia su agresor y contemplando con serenidad las balas dijo: No. Los proyectiles cayeron al suelo inofensivamente. La gente se agolpaba para ver el milagro, muchos aplaudían a Jesús que con una sonrisa recibía los vítores del público. Pero fue en ese momento que sintió una voz en su oído, acompañada por un hedor rancio a cerveza y a facturas del día anterior.

-   - Esquiva esto – Le dijo Bernardo mientras estrellaba el Santo Porrón en la cabeza del nazareno.
El golpe produjo una gran explosión, destruyendo casas, automóviles, y puestos de diarios La Nación. La onda expansiva arrojó a los compañeros contra un puesto ambulante, destrozándolo completamente.
El primero en emerger fue Bernardo, con una empanada de humita en la mano. El vendedor del puesto se tomaba la cabeza mientras le gritaba al gordo.

-    - ¡Me destruyeron todo el puesto y encima me sacás el morfi! – lo acusó.

-    - Dejate de joder, a esta empanada la vengo añejando desde hace años – se defendió el gordo mientras devoraba los granos de choclo ya negros y petrificados.   

Jeff y Marito (quien se acicalaba enérgicamente) ya se habían puesto en pie cuando vieron algo que les heló la sangre. El humo se disipó y pudieron ver claramente dos figuras una al lado de la otra. Pancho, la nutria, despojado de su manto, ahora vistiendo una camiseta de Colón de Santa Fe, y a su lado, Jesús, desnudo del torso para arriba, mostrando unos abdominales super desarrollados y unos brazos que no tenían nada que envidiarle a Vin Diesel.

-          - Hay días malos – murmuró Jeff.
-          - Y hay días legendariamente malos – completó Marito mientras de su lomo emergía una hélice de helicóptero apache y un pack de misiles se acoplaban a sus patas.
La gente ya había hecho de nuevo un círculo para contemplar la inminente batalla que se aproximaba. Algunos ya estaban filmando, prestos a subir a Youtube todo lo que suceda.
Y comenzó la batalla. Con un grito desaforado el cabello de Jesús pasó de un castaño a un rubio intenso y se lanzó contra Bernardo aullando.
Marito levantó vuelo mientras con su complicado sistema de ataque lanzaba misiles a diestra y siniestra contra Pancho. Jeff, sin saber bien que hacer, comenzó a girar y a disparar para todos lados mientras gritaba como un loco y los civiles caían por montones al ser heridos por las balas.
La pelea entre Bernardo y Jesús era épica. Se aplicaban golpes de todo tipo. Puños, patadas, cabezazos y rodillazos. La acción era salvaje.   Por otro lado, Pancho se sobreponía a la sorpresa inicial y lanzaba papas explosivas contra Marito, que ante el ataque plegó sus alas y entabló combate cuerpo a cuerpo. Jeff, tirado en el piso, giraba sobre su eje gritando y disparando, había quebrado emocionalmente de una forma notable.
De pronto, en medio de tanta violencia y excitación, unos gritos llamaron la atención de los combatientes, excepto de Jeff que seguía girando y disparando. Bernardo, cansado, trató de prestar atención, pero era sábado (no hace falta aclarar más) Jesús utilizó su visión nocturna para ver más allá de la gente, pero no le sirvió porque era de día. Fue gracias a los ojos gatunos de Marito y a la visión nutriana de Pancho que lograron entender que sucedía. Allí, a las mismísimas puertas de Jerusalén, había llegado un gran contingente de personajes. Los amigos los reconocieron inmediatamente.

-       - Oh, no – exclamó Bernardo destapando una Quilmes con una alpargata – Lo que me temía: Libertinianos.  

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