Los alrededores de
Jerusalén eran páramos desolados. En pleno verano, el sol azotaba la tierra sin
clemencia y los insectos revoloteaban buscando alguna presa para molestar.
“Iguales a Bernardo”
– pensó Marito mientras miraba con añoranza por la ventana del Bernardomóvil.
El grupo de amigos atravesaba el desierto en el rimbombante vehículo a toda la
velocidad que era capaz, es decir, unos 40 kilómetros por hora.
-
Decí
que tiene aire acondicionado porque si no estaríamos cocinados - pensó en voz
alta Jeff mientras intentaba desempañar el vidrio.
-
Dejalo
así empañado, me hace acordar a Titanic – le contestó el posadero mientras
manejaba, como decía él, “diestramente” el volante.
Esto había ocasionado una
gran discusión. Marito alegaba que Bernardo siendo zurdo debería manejar “zurdamente”
el auto. Bernardo sacó un diccionario, arrancó una página, se limpió la boca
que tenía engrasada por comer churros con dulce de leche y sin decir nada lo volvió
a guardar.
Marito se quedó esperando una respuesta que nunca llegó y decepcionado
por no encontrar pelea introdujo lentamente un Whiskas en su boca mientras
maullaba distraídamente una canción de cancha.
Fue ahí que Jeff para evitar una futura discusión prendió el aire
acondicionado.
Después de recordar todo eso Jeff volvió al presente.
-
La
verdad que esto está un poco mejor que el dinosaurio asqueroso que tenías
antes. Este por lo menos levanta 40 – le dijo con malicia el ex actor.
-
¿Sabés
el levante que tenía con el dinosaurio? – le dijo ofendido el tabernero. Una
noche levanté 50… 50 ciclistas que iban por la avenida, el dinosaurio se quedó
sin frenos, como me pasaba siempre.
-
¿Cómo no
fuiste preso?
-
Ja! Era
sábado. Los sábados soy inimputable dada mi condición mental – concluyó orgulloso
Bernardo.
-
Si, tu
condición mental y física, cementerio de pastas con vino blanco! – le maulló
furiosamente Marito.
La expresión de
Bernardo fue inmutable. Procedió a mirar al felino con el ceño fruncido, acto
seguido, corrió la ventanilla que separaba los asientos delanteros del trasero,
donde se hallaba Marito.
-
Ahí
corrí la ventanilla blindada y aislante de sonido. ¿Decías algo? – le preguntó Bernardo
mientras carneaba un cuarto trasero de cordero.
Marito comprendió
porque Bernardo no podía oírlo. Y al ver que tenía las dos manos ocupadas con
el cordero comprendió porqué 2 segundos después el auto se estrellaría.
-
Cuidado
gordo que nos hacemos bosta! – le maulló desesperadamente.
-
Hacía
mucho que no chocaba – dijo Bernardo sonriente. La última vez fue cuando…
Ni Jeff ni Marito pudieron
escuchar cuando fue la última vez que Bernardo chocó, ya que en ese momento el
posadero estaba atravesando el parabrisas, fruto del impacto del vehículo
contra un caballo.
De pronto Bernardo miró
a su alrededor y todo se hallaba rodeado de grandes y enormes porrones.
Porrones de todas las marcas, los países, de todo tipo. Su alegría era tan
grande que comenzó a llorar. Se arrodillaba y se persignaba ante las cervezas
alemanas y se divertía rompiendo a piedrazos las cervezas japonesas y chilenas.
Estaba en el paraíso. Incluso se puso mejor cuando comenzó a llover. ¡Llovía
cerveza! Bernardo abría la boca y bebía cada gota que caía del cielo… Pero por
alguna razón aquella cerveza tenía un gusto vomitivo… Escuchaba voces a su
alrededor. No podía distinguir bien lo que decían pero a medida que pasaban los
segundos se hacían más nítidas mientras la cerveza seguía empapando su rostro y
llenando su boca, a pesar del mal gusto.
Hasta que de pronto
pudo escuchar.
-
Se está
despertando – dijo la voz de un felino.
De pronto Bernardo
abrió los ojos para contemplar el cielo de las afueras de Jerusalén… Junto a
dos enormes testículos de felino y su aparato reproductor que orinaban en su
cara y en su boca.
-
Si, se
despertó! – dijo alegremente Jeff. Me acordé de temple de acero… Qué película…
Hice papel de tipo duro ahí… Como me gustaría serlo de verdad.
Mientras Bernardo
lloraba por tener su boca llena de orina. Los amigos contemplaban el vehículo
casi destruido.
Una vez que el tabernero
se recompuso, contempló los destrozos.
-
¿Tiene
arreglo esta cosa? – preguntó Jeff.
-
No sé –
contestó Bernardo. Creo que se rompió el motor.
-
Hablaba
de vos, no del auto.
-
¿Después
de 10 años todavía preguntás eso? – terció Marito.
-
Para
información de ustedes, las encuestas arrojaron que soy el segundo hombre más
estúpido del mundo – anunció modestamente Bernardo. Ya no estoy más en el
primer puesto.
-
El
primer puesto lo debe tener el que hizo la encuesta – acotó Jeff pensativo.
-
La hice
yo – dijo Bernardo orgulloso.
-
Ah.
Los amigos buscaron
las partes del auto que se habían desprendido, las amontonaron e intentaron
repararlo, pero al cabo de tres horas ya habían armado la cancha de futbol
tenis y se divertían (irresponsablemente) bajo la calurosa tarde israelita.
-
¿No
teníamos algo que hacer? – preguntó Marito mientras ejecutaba un backflip invertido
y golpeaba la pelota para luego caer, indefectiblemente, parado gracias a su
condición gatuna.
-
Hay un
tiempo para todo. Ya lo dice Eclesiastes – le respondió Jeff.
-
¡Ahhh
muy bueno! Yo me vi todas sus películas – dijo Bernardo no queriendo quedar
fuera de la conversación.
Jeff, acostumbrado
a esas salidas, se limitó a escupirle en la cara.
La presencia de un
individuo los sobresaltó. Un hombre vestido con una sencilla túnica blanca se
había acercado sigilosamente hasta ellos.
-
Hola
amigos, estoy de paso por aquí. Mi nombre es Judas Iscariote. No los molestaría
si no fuera por una imperiosa necesidad. Mi Maestro necesita mucho alimento
para dar de comer a una enorme multitud de personas que lo siguen. Sus
enseñanzas son tan fantásticas que miles y miles de hombres van con él a todas
partes.
Los amigos cruzaron miradas. ¿Sería acaso ese el profeta que estarían
buscando con tanto ímpetu? ¿Cuándo podrían continuar con el futbol tenis que
ganaba Marito por 4 a 2?
Jeff se acercó cautelosamente mientras pensaba a toda velocidad.
-
Nosotros
tenemos comida para darle a tu Maestro, sólo indicanos donde está.
-
¿Qué
haces? – le dijo enojado Bernardo. Nos queda comida para tres años nomás, ¿qué
vamos a hacer después?
-
Para
gordo, esto no es la UPF, no seas forro – le dijo Marito mientras se lamía el
rabo.
De mala gana, Bernardo
aceptó entregar una parte del suministro de comida. Dejaron el auto a buen
recaudo, escondio bajo la arena y partieron hacia Jerusalén, siguiendo a Judas.
-
¿Porqué
vos hacés los mandados? – le preguntó Bernardo mientras retiraba sigilosamente
comida del cargamento que le habían dado a Judas.
-
Siempre
me manda a mi, a conseguir comida, alojamiento, plata… Soy el que se encarga de
la economía.
-
¿Y no
te molesta eso?
-
La
verdad que sí…
-
Si a mi
me hicieran eso, yo lo vendería por 30 monedas de plata – concluyó Bernardo
malhumorado.
Judas lo miró
intensamente para luego garabatear rápidamente en una libreta algo que ninguno
de los compañeros alcanzó a leer.
-
¿Los
sábados te da franco, no? – preguntó Jeff como para sacar conversación.
-
Los
sábados son los días que más trabajo tengo – contestó Judas mientras guiaba a
los amigos por un sendero rocoso y escarpado. Es cuando la comunidad más
necesita de los víveres.
Se dieron vuelta al
escuchar un fuerte ruido. Bernardo yacía desmayado en el piso. Cuando volvió en
si repetía con aire ausente “sábado” y “trabajo”. Tuvieron que cargarlo el
resto del trayecto, hasta que por fin divisaron las puertas de Jerusalén.
-
Contemplen
a Jerusalén, peregrinos – dijo solemnemente Judas.
-
Naa, no
puede ser – dijo Marito. ¿Tan rápido llegamos? Tu cachivache sirvió de algo
gordo maricón.
Bernardo no pudo
contestar. Se estaba recuperando de los vómitos y los escalofríos producidos
por las fuertes palabras de Judas.
-
Debe
ser Jerusalén – dijo Jeff. Bien, veamos. Salimos un lunes a las 3:34 de la
tarde hacia el norte…Hacía 32 grados celcius y el viento soplaba desde el sur a
16 km/h, tardamos 6 días en llegar. Y si sabemos que estamos en época
ultraniana y Saturno esta alineado con mercurio….Entonces debemos estar en
Jerusalén – dedujo audazmente.
La cara de Bernardo
comenzó a transformarse nuevamente. De pronto comenzó a transpirar. Salimos un
lunes, tardamos 6 días – comentó en voz baja. Su intuición le indicaba que algo
andaba mal y como si algo en su interior se lo ordenara comenzó a contar… Lunes
1, Martes 2, Miércoles 3, Jueves 4, Viernes 5…- Sus músculos se entumecieron,
las pupilas se le dilataron y su cerebro se auto configuró en modo “ahorro de
energía”. Lo que me temía – dijo lamentando su existencia. Hoy es sábado.
Jeff y Marito cruzaron
miradas como pensando “yo no lo voy a cargar de nuevo”. Para evitar
complicaciones, cargaron a Bernardo en el carro que transportaba la comida. Era
un gran riesgo, pero no encontraron otra solución para el problema. El
tabernero, argumentando que estaba muy débil, devoraba con bestialidad lo que
se hallaba cerca de su boca.
Las calles se
Jerusalén se encontraban atestadas de gente. Las atravesaron los más rápido que
pudieron hasta llegar a las afueras de la parte norte de la ciudad.
Allí encontraron
mucha gente reunida que escuchaba atentamente a un hombre que hablaba con gran
carisma y autoridad. A su lado había una nutria de aspecto majestuoso, que
masticaba vorazmente una papa.
“Creo que ese
animal y yo nos llevaríamos bien” pensó Bernardo.
-
¿Quién
es ese? – preguntó Marito señalando con las garras al hombre que hablaba.
-
Ese –
dijo Judas. Ese es Jesús el Nazareno y su nutria Pancho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario