miércoles, 13 de julio de 2011

"La Gran Guerra: Prólogo".

Como todos los días El Bibliotecario se ocupaba de completar los libros. ¿Qué libros? Aquellos donde se relataba la historia del Universo. El Bibliotecario interpretaba todo lo que sucedía en el mundo día y a día y lo documentaba en los que el denominaba “Los Anales de la Humanidad”. Semejante ocupación no le dejaba mucho tiempo libre por supuesto. Pero aún así disfrutaba de algunos momentos de paz en su tiempo libre. Aunque para el Bibliotecario la palabra “tiempo” carecía un tanto de importancia, como a todo ser casi eterno le sucede, solía aprovechar releyendo sus viejas anotaciones. Muchas veces algunos desfasajes del espacio-tiempo le hacían tener que corregir el pasado. Había un sujeto en particular que lo estresaba sobremanera. Un tal Bernardo, parecería que ese tipo no tiene ningún respeto por las leyes del tiempo y las rompe y utiliza a su gusto. Y bueno, personas desagradables hay en todos lados. Traer a su mente el recuerdo de dicho individuo le hizo pensar que ese mismo día debería suceder algo que se pactó hará hace unos 10 años. Años… que manera tan absurda de querer medir el tiempo que tenían los seres humanos… El tiempo es uno e infinito. Y este sujeto que tenía por costumbre cambiar los acontecimientos a su gusto no era consciente que una piedra lanzada al río no puedo cambiar su cauce, pero aún así, ya no es el mismo río de antes. Lo mismo sucede con el tiempo. Lamentando el día que Bernardo nació comenzó a investigar en sus viejos escritos hasta que encontró lo que quería. Comenzó a releer con interés sus propias palabras.

“Era de noche. Hacía un frío de los mil demonios. Una jauría de ebrios desesperados que habían sido informados sobre la llegada de Bernardo aguardaban a la intemperie con ansiedad. Insaciables, como quien pasa semanas sin ingerir el líquido que lo mantiene vivo y lo nutre de fuerzas para sustentarse frente al derrumbe moral que lo acecha día a día y lo hace dudar entre el tipo de suicidio a aplicarse. Al fin pudieron entrar por la generosidad del gordo tabernero.
Una vez deleitados sus clientes, dirigióse el posadero junto al gato y al hombre encapuchado que lo acompañaba, a una pequeña sala detrás de la taberna. Encerrados y a la luz de una lámpara de lava acordaron separarse a pesar de la irresistible atracción física que sentían. Juraron rastrear todo resto de lybertinianos sobre la faz de la tierra para poder de una vez por todas eliminarlos y acabar con uno de los tantos males librados por la caja de Pandora. Fue una discusión ardua.
- Bien, hay que repartir la plata que le sacamos a los malditos aborrecedores del alcohol – anunció Bernardo.
- ¡Yo quiero Whiskas! – proclamó el gato con avidez.
- Hecho. – concedió rápidamente el tabernero mientras señalaba hacia un rincón de la sala que resguardaba varias bolsas enormes de comida para gato. Fijate bien la fecha de vencimiento, eso estaba ahí cuando compré la taberna.
- A mi dame unos pesos nomás que yo me arreglo – dijo el sujeto que respondía al nombre de Jeff Bridges. Es posible que queden más libertinianos en el mundo. Cuando se enteren de lo que pasó se pudre todo gordo, vos lo sabés… Hay que buscarlos y matarlos a todos antes de que se reagrupen. Sino te van a hacer de goma la taberna. Así que propongo que cada uno se haga cargo de un sector del mundo para vigilar sobre la probable presencia de libertinianos.
Hubo un silencio penetrante en el ambiente. Se escuchaba sólo el ruido de bolsa abriéndose fruto del hambre insostenible de Marito.
- Bueeeeno – dijo Bernardo. Está bien. Yo me ocupo de vigilar esta taberna. Acto seguido se levantó como para abandonar la sala. Ya saben donde está la salida y ahora estoy muy ocupado y tengo que-
- No te hagas el sota gordo. Ya te conocemos – increpó Marito. Nunca hacés nada en esta taberna. Fijate los baños, están tapados desde antes que fueras a buscar el Santo Porrón.
- Bueno… Me doy por vencido. Me ocupo de vigilar toda el área del Valle Schneideriano hasta los confines de la Llanura Stout. ¿Les parece?
- Pensé que nunca lo ibas a preguntar – le respondió Jeff riéndose mientras le escupía un carozo de durazno en la cara.
Se dividieron el resto del mapa entre el felino y Jeff y acordaron en comunicarse ante cualquier emergencia lo más pronto posible. De lo contrario se encontrarían los tres en un plazo exacto de 10 años en un lugar a confirmar.”
El Bibliotecario cerró el libro. Era consciente de que desde aquél día, estos tres personajes no volvieron a verse las caras. Pero en la actualidad, en ese mismo momento faltaba exactamente un día para que se cumpla el plazo… Otra vez ese sujeto insoportable le iba a causar nuevos problemas.

La vida de Bernardo ya no era la que solía ser… Acurrucado entre jaulas de mapaches, intentaba descansar cada noche luego de un arduo día de trabajo custodiando el lugar de estacionamiento de los carruajes y caballos. Era la única manera que tenía para ganarse el porrón de cada día, por lo menos en este pueblo en el que se encontraba viviendo temporalmente hasta poder descubrir al lybertiniano que, según sus fuentes, estaba infiltrado en esa pequeña comunidad al norte del Mar Rojo. Estaba todo zaparrastroso, barbudo, piojoso. Sólo encontraba distracción jugando a la Sega algunas horas por día. Cada tanto echaba una mirada hacia la foto que adornaba… el piso lleno de paja en el que dormía. Se la había dado Jeff antes de partir. La foto en la puerta de la taberna que ellos dos junto al felino se habían sacado antes de partir hacia su dura misión. Casi se le cae una lágrima, los extrañaba más de lo común. A su lado descansaba el Santo Porrón, fiel compañero y fuente inagotable de alcohol de calidad.
Un sonido punzante interrumpió su dulce sueño donde se imaginaba besando apasionadamente a su antiguo amigo Caja Vengadora.
- ¡Correo!- gritó con violencia la ronca voz detrás de la puerta del cuchitril del gordo.
Bernardo no tardó menos de 20 minutos en levantarse y abrir la puerta. Ya no había nadie. Encontró un sobre en el suelo y su nombre escrito al dorso.
Un escalofrío recorrió su redondo cuerpo. ¿Quien podría escribirle? Había abandonado a todas las personas que conocía hacía 10 años ya… Acaso… ¿sería?..... Lentamente abrió el sobre y desplegó la hoja que yacía dentro del mismo, en el que decía:
Fecha 1
Almirante Brown – Atlanta
Defensa y Justicia – River Plate
“¡¿Que carajo!?”… Fueron las palabras que circularon dentro del limitado cráneo del tabernero…
Al dorso de este papel se encontraba el escrito realmente importante en el que se podía leer:
Estimado Bernardo:
“Que alegría poder comunicarnos después de tanto tiempo, 180 lunas llenas para ser exactos. No transcurre un día sin recordar nuestra experiencia, las batallas, los porrones rotos, los llantos, los golpes. En fin, no pasa un solo día que no implore volver el tiempo atrás para volver al hermoso estado en que yacía minutos antes de que me rescataras, cuando aún ignoraba tu pedorra existencia en este bizarro mundo. Si, si, estoy tendiendo una semanita complicada, pero bue… Lamento tener que escribirte detrás de un fixture, pero se me esta acabando el presupuesto, y para ser sinceros, me parece que me cagaste con la redistribución. El Whiskas que me diste fue insuficiente. Tuve que ganarme la vida actuando de “Gato con Botas” en el Broadway. Gracias forro. Me buscaron los empleados de Tarjeta Naranja para acabar conmigo por el incidente de aquella vez. Después de una salvaje golpiza recibida me obligaron a ser promotor por un mes hasta que me revelé, fui hasta el edificio de la corporación y acabé con toda la organización. Debería haberlo previsto, esto ocasionó un gran desorden en la Bolsa de Comercio, por lo que los corredores de la Bolsa se la agarraron conmigo. Ooootra golpiza más. Dos costillas rotas. Todas las garras partidas. Tres bigotes menos. Sin poder maullar por un mes. Me encerraron y me torturaron haciéndome comer Dogui, obligándome a mirar los partidos de la promoción de River y videos tuyos bañándote y cantando en la ducha. Fijate que están en Youtube, tienen como 7 millones de visitar cada uno. En fin, cuando se dieron cuenta de que no sabía nada, me dejaron ir. Ya te voy a contar bien la historia. Como seguro te olvidaste, mañana se cumplen los 10 años que pactamos. Me escribió Jeff, me dijo que nos esperaba en su cabaña, ahí cerca del campamento de alcohólicos anónimos. Bien que lo conocés… Bueno, espero que nos veamos ahí… Yo no encontré mucho, vos seguro que te quedaste 9 años y medio en la taberna antes de pisar el mundo exterior asi que todo se remonta a lo que Jeff haya encontrado. Nos vemos gordo, lleva un pan dulce o algo para picar en la casa de Jeff.
PD: Un día tuve que dormir en el techo de tu taberna… Sin querer me oriné encima… Te quedó una mancha tremenda en el techo. Puede que se haya visto sujeto a la corrosión… Ese día había tomado mucha cerveza… ¡Qué capo ehhhhh!
Bernardo dobló el papel con una sonrisa. Ese felino no cambiaba más. Se sintió ofendido. Sólo habían sido 9 años los que permaneció en la taberna antes de cumplir con su misión. Comenzó a alistarse para partir cuanto antes. El libertiniano del pueblo no era tan importante. Ya no quería dormir más con mapaches. Había algo que no estaba bien… Todo le costaba el doble aquel día… Era como si sus músculos no respondían. No estaban acostumbrados a moverse. Casi no podía pensar, lo que no era tan grave para una persona como él. Igualmente, costándole todo el doble de tiempo y esfuerzo empacó todo y emprendió camino. Y por fin comprendió porque todo le estaba costando por demás… Era sábado.

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