domingo, 9 de octubre de 2011

"La Gran Guerra" Parte 1.

Empacar era algo fácil para Bernardo. Tantos años como tabernero lo habían puesto en más de una situación en la que era necesario desertar audazmente. Sobre todo cuando las amenazas de muerte le llegaban día tras día redactadas en servilleta. “Gordo entregá la birra porque cagás acá nomás…”. “Hace 2 meses que te estoy cavando la tumba gordo. ¡Preparate!” “Te imagino girando sobre las brasas”. Ciertamente que habían sido años difíciles, pero él ya los había superado y ahora tenía nuevos amigos… Amigos que lo estaban esperando.
Se despidió de ese pequeño despacho que lo había albergado los últimos meses y partió a su destino. Camino al valle, Bernardo estaba sumido en sus pensamientos. Se cuestionaba miles de cosas. Cosas que uno piensa en momentos en los que no se ve presionado por el correr de los minutos. Se preguntaba como estarían sus amigos. ¿Seguirían en el mismo estado en el que los había conocido? ¿El Santo Porrón seguiría siendo fuente de cerveza o acaso se agotaría? ¿Alumni volvería a primera división? ¿De que color serían las cerezas en Australia? ¿Que significaría la palabra esfuerzo? La había oído muchas veces desconociendo su significado siendo presa de un escalofrío en su nuca. Todo esto ocupaba la cabeza del cantinero mientras la pequeña vela que había dejado encendida junto al colchón de paja comenzaba un voraz incendio que acabaría con la vida de los 32 mapaches y del casero del lugar.
Tras un largo día de caminata divisó una figura felina al costado del camino. Bernardo comenzó a asociar.
-          Mmh… Figura… Felino… Camino… Logaritmo de (X+2) – 1… Cerveza artesanal… Brecha espacio-tiempo… Sábado… ¿Será un mapache?... No… me faltó un elemento clave… ¡Sonrisa gatuna! – exclamó astutamente el gordo. - ¡Marito! ¡Sos vos!
-          ¡Por desgracia si gordo! – le gritó el gato mientras se abalanza cariñosamente sobre la cara de Bernardo ocasionándole heridas lacerantes de tercer grado y escupiéndole numerosas y sustanciosas bolas de pelo en la cara.
-          ¡Ay picarón! Siempre demostrando cariño así vos….
-          Si… Ehh… Claro, cariño – dijo el felino incómodamente. Justo vi que venías y que estabas cerca. No estás en tu mejor forma, estabas a cien metros y tardaste casi 30 minutos en llegar.
-          No, lo que pasa es que es sábado – se disculpó el tabernero.
-          Cierto. Bueno, vamos a lo de Jeff. Es aquella casa que está pasando la loma de burro.
-          ¿Qué pasa con mi lomo? – inquirió Bernardo preocupado mientras se palpaba la espalda.
-          Definitivamente, te extrañaba gordo.
Al cabo de unos minutos se hallaban tocando la puerta de la tosca cabaña de su amigo.
-          ¡Sea quien seas entrá por la ventana que está abierta! – el grito procedía del interior.
-          Ehhh… no paso por ahí… ¿Jeff sos vos? – se quejó Bernardo.
Se hizo un silencio sepulcral en la cabaña. La puerta sea abrió con un ligero crujir. La sombra de un sujeto se materializó. Sombrero de copa, sobretodo, botas de cuero y una corbata multicolor.
-          Pensé que nunca me lo ibas a preguntar… - dijo la sombra.
Acto seguido la puerta se abrió violentamente y Jeff estrechó en un fuerte abrazo al tabernero.
-          ¡Tanto tiempo gordo bastardo! – exclamó con alegría.
Marito estaba parado en la ventana contemplando la escena con lágrimas en sus felinos ojos.
-          ¿Siempre hacés entrar a la gente por la ventana? – preguntó aún con lágrimas en los ojos.
-          En realidad no, estaba guardando esa respuesta hasta que llegaran ustedes, sabía que Bernardo no pasa por la ventana… Imaginate, 10 años haciendo esa joda… Tuve que matar a cinco ladrones y dos marmotas bolivianas que resultaron ser agentes encubiertos de la CIA. Por este incidente huí del país por un año. Las marmotas pedían la extraditación asi que tuve que irme a Perú donde no hay acuerdo de extraditación con marmotas bolivianas. Finalmente me declararon inocente por error.
-          Ah, a mi me pasó algo parecido con los corredores de bolsa – dijo Marito poniéndole mala cara a Bernardo.
-          Me lo decís como si hubiera mandado una carta a los corredores haciéndome pasar por vos, haciéndoles creer que tenia secretos de estado importantísimos que los involucraba a ellos – dijo el gordo sospechosamente.
-          Si no te da el coeficiente para pensar eso gordo – le dijo Jeff. Vení vamos a tomar algo.
Terminaron de saludarse con gran emoción por el rencuentro y procedieron a sentarse en el living de la humilde choza de Jeff.
- Prendete el LED TV Samsung y el Reproductor de Blue-Ray así lo conexionamos como decodificador de la señal digital HD Full Pack Incorporeited de Direct TV y vemos el partido del Barcelona. Aguántame que me conecto con la Mac-Pro 4 System Prolified a la red de control de temperatura centralizada y bajo 3,4°F la temperatura porque está empezando a hacer calor – dijo Bernardo cual niño ilusionado con su nuevo muñeco de acción de Miranda, el cual incluye la guitarra de Lolo.
 - Ah…por cierto - exclamó Jeff antes de dirigirse a la cocina, como prediciendo una pregunta de colosal importancia; ¿Cerveza o gaseosa?
Se hizo un silencio sepulcral. Bernardo erradicó la sonrisa de su rostro, se puso de pie, y sin adulterar ni un poco su expresión comentó:“ Jamás pensé que me lo fueras a preguntar. Dame una Heineken Durgestchburgen otoñal de cebada semi tostada con granulos de trigo pre-desperfilitireado a 9,02345°Celcius por favor”.
-          ¡!Jajajaja!! – las carcajadas de Jeff resonaron el estancia. Tengo Quilmes gordo inepto. No te quejes que vos tuviste el Santo Porrón 10 años. Además no tenemos mucho tiempo que perder, tengo algo que mostrarles. Le facilitó la bebida a Bernardo y a continuación se agachó a buscar algo debajo del sillón y revolviendo algunos papeles y ratones muertos, extrajo un papiro arrugado y manchado al que le faltaba un pedazo en la esquina.

-          Después de 8 años en las colinas de Lieber sin haber obtenido un solo dato sobre libertynianos, decidí trasladarme a la isla de Haanserfik donde me hospedé en la cabaña de un viejo amigo que me mantuvo un largo tiempo a cambio de que cuidara su plantación de paltas. Rondando un día por el pequeño pueblo de la isla, me encontré esté panfleto que parece ser de los malditos sobrios que debemos matar.

-          ¿Que sobrios? - Interrumpió Bernardo.

-          Los aborrecedores del alcohol - exclamó Marito que se encontraba acostado panza para arriba en el sillón jugando con un ovillo de lana mientras escuchaba el relato de Jeff.

-          ¿¿Cuaaales?? - volvió a preguntar Bernardo esta vez con un tono más desconcertante y frunciendo el ceño.

-          ¡Los lybertinianos gordo infructuoso! - Gritó Jeff harto de la inutilidad del cantinero.
 Bernardo mantuvo su mirada perdida, abstraída, señal de que no estaba a la altura de comprender lo que intentaban explicarle.
Una vez hubo iniciado el sistema operativo de la notebook de Jeff, procedió a mostrarle un Power Point armado por Marito acerca de los lybertinianos. Dada la escasa capacidad de concentración del felino, las imágenes explicativas se veian entremezcladas con fotos de ratones, ovillos de lana, empleados de tarjeta naranja, diversos gatos y gatas y finalizaba con una foto de Caja Vengadora fracturando lybertinianos a placer.
-          ¡Ah! – gritó el gordo. Eso es lo que estuve haciendo todos estos años, claro. Persiguiendo lybertinianos. Dale, seguí.
-          Si quisieras ser más inútil probablemente no podrías – dijo Jeff irritado.
-          ¿Acaso tenés una idea de la implicancia que Bernardo conciba esa idea? Es muy probable que se produzca un cataclismo generacional a nivel espacio-tiempo-latitud-longitud-cervecil.
-          En fin – interrumpió Jeff. Los lybertinianos están reuniendo un ejercito. Esto es lo que dice el panfleto. Estan enrolando malditos sobrios a partir de los 11 años. La situación es seria. Pero por suerte ya tengo los primeros pasos a seguir. He oído rumores que por Palestina hay un hombre que convirtió el agua en vino. No se sabe a ciencia cierta si es un mago, si lo hizo en serio, o si es todo mentira. Pero es nuestra única esperanza para poder unir fuerzas con alguien que tiene nuestras preferencias y que seguramente odia a los lybertinianos.
-          ¿Vino espumante? – preguntó Bernardo.
-          No…
-          ¡Ja! Aficionado.
-          Bernardo está celoooso, Bernardo está celoooso – comenzó a canturrear Marito dando vueltas alrededor del espécimen de homo-sapiens que respondía al nombre de Bernardo.
-          ¿Yo celoso? Jamás, ¡intento de puma!
-          Dejen de pelear que nos tenemos que ir a la B – interrumpió Jeff.
-          Otra vez haciendo chistes vos…
-          ¿Qué chiste? Dicen que ese misterioso sujeto esta en la montaña llamada “B”.
“Así fue que los amigos comenzaron su nueva aventura. No sabían lo que hacían, pero igualmente no tenían perdón. Fue aquel día que el tabernero puso a disposición de sus amigos lo que el llamaba “Bernardomóvil”. Una suerte de vehículo con forma de botella de Quilmes que eventualmente en vez de utilizar combustible, se nutría del brebaje tan codiciado por los borrachos. Al tabernero se le había ocurrido semejante idea cuando concibió la infinitud del Santo Porrón. Pero fue miles de años después que sucedió esto, cuando el Bernardo del futuro tuvo el suficiente tiempo como para entender semejante consigna. Y es así que se envió desde el futuro semejante móvil para ayudarse a si mismo a cumplir su misión, lo que le daba sentido a su mísera existencia”.
El Bibliotecario contempló una última vez antes de cerrar el libro y dejar de escribir. Era suficiente por el momento. Deseó que aquel grupo de amigos tengan su merecido por generarle semejante caos en el espacio-tiempo. Pero aún así no pudo evitar reír. No existía un ser que pueda ser tan inútil e idiota. Y ese ser tenía nombre. Bernardo. Lo que no sabía el Bibliotecario era que incluso podía ser más incapaz de lo que aparentaba…

miércoles, 13 de julio de 2011

"La Gran Guerra: Prólogo".

Como todos los días El Bibliotecario se ocupaba de completar los libros. ¿Qué libros? Aquellos donde se relataba la historia del Universo. El Bibliotecario interpretaba todo lo que sucedía en el mundo día y a día y lo documentaba en los que el denominaba “Los Anales de la Humanidad”. Semejante ocupación no le dejaba mucho tiempo libre por supuesto. Pero aún así disfrutaba de algunos momentos de paz en su tiempo libre. Aunque para el Bibliotecario la palabra “tiempo” carecía un tanto de importancia, como a todo ser casi eterno le sucede, solía aprovechar releyendo sus viejas anotaciones. Muchas veces algunos desfasajes del espacio-tiempo le hacían tener que corregir el pasado. Había un sujeto en particular que lo estresaba sobremanera. Un tal Bernardo, parecería que ese tipo no tiene ningún respeto por las leyes del tiempo y las rompe y utiliza a su gusto. Y bueno, personas desagradables hay en todos lados. Traer a su mente el recuerdo de dicho individuo le hizo pensar que ese mismo día debería suceder algo que se pactó hará hace unos 10 años. Años… que manera tan absurda de querer medir el tiempo que tenían los seres humanos… El tiempo es uno e infinito. Y este sujeto que tenía por costumbre cambiar los acontecimientos a su gusto no era consciente que una piedra lanzada al río no puedo cambiar su cauce, pero aún así, ya no es el mismo río de antes. Lo mismo sucede con el tiempo. Lamentando el día que Bernardo nació comenzó a investigar en sus viejos escritos hasta que encontró lo que quería. Comenzó a releer con interés sus propias palabras.

“Era de noche. Hacía un frío de los mil demonios. Una jauría de ebrios desesperados que habían sido informados sobre la llegada de Bernardo aguardaban a la intemperie con ansiedad. Insaciables, como quien pasa semanas sin ingerir el líquido que lo mantiene vivo y lo nutre de fuerzas para sustentarse frente al derrumbe moral que lo acecha día a día y lo hace dudar entre el tipo de suicidio a aplicarse. Al fin pudieron entrar por la generosidad del gordo tabernero.
Una vez deleitados sus clientes, dirigióse el posadero junto al gato y al hombre encapuchado que lo acompañaba, a una pequeña sala detrás de la taberna. Encerrados y a la luz de una lámpara de lava acordaron separarse a pesar de la irresistible atracción física que sentían. Juraron rastrear todo resto de lybertinianos sobre la faz de la tierra para poder de una vez por todas eliminarlos y acabar con uno de los tantos males librados por la caja de Pandora. Fue una discusión ardua.
- Bien, hay que repartir la plata que le sacamos a los malditos aborrecedores del alcohol – anunció Bernardo.
- ¡Yo quiero Whiskas! – proclamó el gato con avidez.
- Hecho. – concedió rápidamente el tabernero mientras señalaba hacia un rincón de la sala que resguardaba varias bolsas enormes de comida para gato. Fijate bien la fecha de vencimiento, eso estaba ahí cuando compré la taberna.
- A mi dame unos pesos nomás que yo me arreglo – dijo el sujeto que respondía al nombre de Jeff Bridges. Es posible que queden más libertinianos en el mundo. Cuando se enteren de lo que pasó se pudre todo gordo, vos lo sabés… Hay que buscarlos y matarlos a todos antes de que se reagrupen. Sino te van a hacer de goma la taberna. Así que propongo que cada uno se haga cargo de un sector del mundo para vigilar sobre la probable presencia de libertinianos.
Hubo un silencio penetrante en el ambiente. Se escuchaba sólo el ruido de bolsa abriéndose fruto del hambre insostenible de Marito.
- Bueeeeno – dijo Bernardo. Está bien. Yo me ocupo de vigilar esta taberna. Acto seguido se levantó como para abandonar la sala. Ya saben donde está la salida y ahora estoy muy ocupado y tengo que-
- No te hagas el sota gordo. Ya te conocemos – increpó Marito. Nunca hacés nada en esta taberna. Fijate los baños, están tapados desde antes que fueras a buscar el Santo Porrón.
- Bueno… Me doy por vencido. Me ocupo de vigilar toda el área del Valle Schneideriano hasta los confines de la Llanura Stout. ¿Les parece?
- Pensé que nunca lo ibas a preguntar – le respondió Jeff riéndose mientras le escupía un carozo de durazno en la cara.
Se dividieron el resto del mapa entre el felino y Jeff y acordaron en comunicarse ante cualquier emergencia lo más pronto posible. De lo contrario se encontrarían los tres en un plazo exacto de 10 años en un lugar a confirmar.”
El Bibliotecario cerró el libro. Era consciente de que desde aquél día, estos tres personajes no volvieron a verse las caras. Pero en la actualidad, en ese mismo momento faltaba exactamente un día para que se cumpla el plazo… Otra vez ese sujeto insoportable le iba a causar nuevos problemas.

La vida de Bernardo ya no era la que solía ser… Acurrucado entre jaulas de mapaches, intentaba descansar cada noche luego de un arduo día de trabajo custodiando el lugar de estacionamiento de los carruajes y caballos. Era la única manera que tenía para ganarse el porrón de cada día, por lo menos en este pueblo en el que se encontraba viviendo temporalmente hasta poder descubrir al lybertiniano que, según sus fuentes, estaba infiltrado en esa pequeña comunidad al norte del Mar Rojo. Estaba todo zaparrastroso, barbudo, piojoso. Sólo encontraba distracción jugando a la Sega algunas horas por día. Cada tanto echaba una mirada hacia la foto que adornaba… el piso lleno de paja en el que dormía. Se la había dado Jeff antes de partir. La foto en la puerta de la taberna que ellos dos junto al felino se habían sacado antes de partir hacia su dura misión. Casi se le cae una lágrima, los extrañaba más de lo común. A su lado descansaba el Santo Porrón, fiel compañero y fuente inagotable de alcohol de calidad.
Un sonido punzante interrumpió su dulce sueño donde se imaginaba besando apasionadamente a su antiguo amigo Caja Vengadora.
- ¡Correo!- gritó con violencia la ronca voz detrás de la puerta del cuchitril del gordo.
Bernardo no tardó menos de 20 minutos en levantarse y abrir la puerta. Ya no había nadie. Encontró un sobre en el suelo y su nombre escrito al dorso.
Un escalofrío recorrió su redondo cuerpo. ¿Quien podría escribirle? Había abandonado a todas las personas que conocía hacía 10 años ya… Acaso… ¿sería?..... Lentamente abrió el sobre y desplegó la hoja que yacía dentro del mismo, en el que decía:
Fecha 1
Almirante Brown – Atlanta
Defensa y Justicia – River Plate
“¡¿Que carajo!?”… Fueron las palabras que circularon dentro del limitado cráneo del tabernero…
Al dorso de este papel se encontraba el escrito realmente importante en el que se podía leer:
Estimado Bernardo:
“Que alegría poder comunicarnos después de tanto tiempo, 180 lunas llenas para ser exactos. No transcurre un día sin recordar nuestra experiencia, las batallas, los porrones rotos, los llantos, los golpes. En fin, no pasa un solo día que no implore volver el tiempo atrás para volver al hermoso estado en que yacía minutos antes de que me rescataras, cuando aún ignoraba tu pedorra existencia en este bizarro mundo. Si, si, estoy tendiendo una semanita complicada, pero bue… Lamento tener que escribirte detrás de un fixture, pero se me esta acabando el presupuesto, y para ser sinceros, me parece que me cagaste con la redistribución. El Whiskas que me diste fue insuficiente. Tuve que ganarme la vida actuando de “Gato con Botas” en el Broadway. Gracias forro. Me buscaron los empleados de Tarjeta Naranja para acabar conmigo por el incidente de aquella vez. Después de una salvaje golpiza recibida me obligaron a ser promotor por un mes hasta que me revelé, fui hasta el edificio de la corporación y acabé con toda la organización. Debería haberlo previsto, esto ocasionó un gran desorden en la Bolsa de Comercio, por lo que los corredores de la Bolsa se la agarraron conmigo. Ooootra golpiza más. Dos costillas rotas. Todas las garras partidas. Tres bigotes menos. Sin poder maullar por un mes. Me encerraron y me torturaron haciéndome comer Dogui, obligándome a mirar los partidos de la promoción de River y videos tuyos bañándote y cantando en la ducha. Fijate que están en Youtube, tienen como 7 millones de visitar cada uno. En fin, cuando se dieron cuenta de que no sabía nada, me dejaron ir. Ya te voy a contar bien la historia. Como seguro te olvidaste, mañana se cumplen los 10 años que pactamos. Me escribió Jeff, me dijo que nos esperaba en su cabaña, ahí cerca del campamento de alcohólicos anónimos. Bien que lo conocés… Bueno, espero que nos veamos ahí… Yo no encontré mucho, vos seguro que te quedaste 9 años y medio en la taberna antes de pisar el mundo exterior asi que todo se remonta a lo que Jeff haya encontrado. Nos vemos gordo, lleva un pan dulce o algo para picar en la casa de Jeff.
PD: Un día tuve que dormir en el techo de tu taberna… Sin querer me oriné encima… Te quedó una mancha tremenda en el techo. Puede que se haya visto sujeto a la corrosión… Ese día había tomado mucha cerveza… ¡Qué capo ehhhhh!
Bernardo dobló el papel con una sonrisa. Ese felino no cambiaba más. Se sintió ofendido. Sólo habían sido 9 años los que permaneció en la taberna antes de cumplir con su misión. Comenzó a alistarse para partir cuanto antes. El libertiniano del pueblo no era tan importante. Ya no quería dormir más con mapaches. Había algo que no estaba bien… Todo le costaba el doble aquel día… Era como si sus músculos no respondían. No estaban acostumbrados a moverse. Casi no podía pensar, lo que no era tan grave para una persona como él. Igualmente, costándole todo el doble de tiempo y esfuerzo empacó todo y emprendió camino. Y por fin comprendió porque todo le estaba costando por demás… Era sábado.

martes, 28 de junio de 2011

"La Búsqueda del Santo Porrón" Parte 5.

“Querido Marito, cuando leas esto, probablemente esté muerto o en el bar de la esquina. En cualquiera de los dos casos quiero que sepas que…”
-          Eh… Gordo…Dejá de escribir cartas como si te fueras a morir y metete en la cueva de una vez porque se vienen los morochos y nos van a hacer un tanteo de tejido que no nos vamos a olvidar nunca más – dijo el felino espiando lo que escribía Bernardo.
-          Llega un momento en la vida de todo hombre que debe elegir – comenzó solemnemente el posadero. De pronto el ejército de libertinianos irrumpió en la cueva y atacó desenfrenadamente. Lo último que llegó a divisar Bernardo fue un gran envase que iba directamente hacia su cabeza.
Bernardo se despertó gritando de pavor y todo transpirado. A su lado estaba Marito con el pico de un porrón que acaba de ser destruido… sobre su cabeza.
-          ¿Qué paso? – le preguntó al felino agarrándose la cabeza del dolor.
-          Lo que paso mi querido gordo… lo que paso… ¡ES QUE HICISTE DOS METROS, TE CANSASTE Y TE TIRASTE A DORMIR! – le gritó furiosamente Marito.
Tras un considerable silencio Bernardo se limitó a maullar.
-          ¡Yo soy el gato acá! – lo reprendió Mario.
En efecto, el felino tenia razón. Cuando Bernardo miró hacia la entrada de la cueva, a una distancia de dos metros se encontraba Caja Vengadora lanzándole una cascada de insultos mientras se tomaba lo que Bernardo supuso eran sus genitales.
-          Perdón, es que hoy es sábado – se disculpó. ¡Ya mismo voy!
Sin siquiera despedirse comenzó a adentrarse en la oscuridad rápidamente. Siguiendo su instinto avanzaba tomándose de las paredes para no caer en alguna trampa mortal.
-          Esto es casi como ser catequista – se quejó Bernardo. Sólo que no tengo a nadie a quien cagar.
Siguió caminando largamente, atravesando los oscuros pasillos de la cueva. Tras unos minutos divisó una tenue luz que iba aumentado a medida que avanzaba. Pronto se hallo en una gran sala iluminada por varias antorchas. En el centro de la misma había un sujeto misteriosamente encapuchado.
-          Hola Bernardo – le dijo. Te estaba esperando…
Bernardo comenzó a reir a carcajadas sin poder contenerse. El hombre lo miraba sin poder comprender tamaña estupidez mientras el gordo se revolcaba en el piso aullando de la risa. No pudo evitar interrumpirlo.
-          Ehhh… Se supone que vos me ibas a preguntar como sabía yo tu nombre… Es básico… - le dijo con el tono que usaría para explicarle algo a un nene de 7 años.
-          ¡JAJA! Ya… ¡Ya entendí! ¡Es muy bueno! ¡Pensar que antes me había reído de compromiso! O sea que… ¡JAJA! ¡¡¡Es gato y a la vez araña!!! ¡Claro! – comprendió Bernardo.
El encapuchado lo miraba con resignación y pensaba que si ese era el sujeto que debía salvar a la humanidad, los dioses eran una manga de teletubbies sarcásticos.
-          Bueno, no importa – le dijo con pena. Ehh, yo soy el primer guardián del Santo Porrón. Para pasar por acá me tenes que ganar una batalla de acertijos.
-          ¡Metele gas! – le dijo Bernardo entusiasmado. La última vez que había jugado a los acertijos había sido dando clases en un tercer año. Pobres pibes… Ni una bien habían respondido. Y a pesar de que no aprendieron nada, él se fue a su casa feliz.
-          Empiezo yo – le dijo el guardián. “Soy blanco, soy tinto, de color todo lo pinto, estoy en la buena mesa y me subo a la cabeza”.
Bernardo no entendía nada. Puso cara de estar pensando de verdad para ganar tiempo. Primero consideró que podía llegar a ser un pintor blanco, vestido de colorado que cuando no llega al techo se sube a las mesas para pintar. Pero lo descartó porque no sabía donde meter lo de la cabeza.
-          Que bien que me vendría un vino ahora – dijo pensando en voz alta.
-          ¡Maldición! Si… es el vino… adivinaste. Te toca a vos.
Bernardo se reía por dentro. Era muy inteligente para el guardián.
-          ¿Qué excusa voy a poner el sábado para no ir a catequesis? – preguntó felizmente.
El guardián entró en crisis. Había tantas que ya había utilizado que no se le ocurría ninguna nueva. – Vos ganás gordo – le dijo. Ahora ándate dale. Aguanta que te firmo el papelito así el otro guardián sabe que me ganaste. Es como el grillo viste.
Bernardo estaba tan feliz que apenas le prestó atención y siguió caminando hacia su destino. Luego de haber avanzado unos pocos metros. Se encontró frente a frente con otro encapuchado.
-          Vos debés ser el segundo guardián – le dijo el tabernero cancheramente.
-          ¡Uuuy! ¿En serio? ¿Cómo te diste cuenta? ¡Imbecil! – le contesto furioso el encapuchado.
-          Me di cuenta por la capucha y porque me habían dicho que iba a haber un segundo guardián…
-          Eh... no tenías que contestar – interrumpió el guardian. En fin, ponete esta venda en los ojos, rápido que no tengo todo el día.
-          ¿Y que tenes que hacer? Estas adentro de una cueva…
-          No te hagas el vivo porque de acá no pasas más sino…
Mientras Bernardo se vendaba los ojos el guardian iba sacando porrones de todas las marcas que pudieran existir.
-          Vas a tener que decirme que cerveza estás tomando gordito. Y más te vale no errar.
El guardián jamás pensó que Bernardo iba a tener semejante capacidad para degustar todo lo que le ponía en la copa. Cervezas, vinos, licores, whiskies, comida para gato, bebidas blancas. Probablemente era el ser sobre la tierra con mas alcohol en sus venas.
-          Esto que tomé recién es un Malbec del 25, tiene una graduación del 12,5, servido a una temperatura de 457,67 Farenheit – aportó Bernardo. Ehh, el 7 es periódico y me gusta bailar en zunga de leopardo la canción de los teletubbies. Se arrepintió inmediatamente de haber dicho eso pero estaba feliz de haber respondido correctamente.
-          La verdad gordo… me das asco de lo alcohólico que sos… pasá dale – le dijo el guardian mientras lo empujaba con su bastón lo mas lejos que podía.
Mientras tanto, Marito y Caja Vengadora se enfrentaban a una de las peores situaciones de sus vidas. - ¡Quiero Whiskaaaaaaaasss! – gritaba el felino mientras lloraba desconsoladamente.
-          ¡Pero no hay! Ubicate un poco, estamos en el año 30, todavía no existía la comida para gatos – intentó explicar Caja.
-          ¡No me importa! Nos van a matar los libertinianos y vos me venís a joder con que no puedo comer lo que quiero… ¿Estas loco vos? ¿Qué te pasa calabaza?
-          Bueno… te puedo ofrecer Dogui…
-          Ehhh… ¿no te parece que hay algo que está mal en lo que acabás de decir?
-          Eh… a ver… ofrecer es el verbo... Dogui sería el sustantivo y núcleo de la oración.. me queda “te” que sería un pronombre y…
-          Shhh basta! – lo interrumpió Marito. Dame Dogui nomás.
El gato se dispuso a comer con mala cara mientras Caja observaba el horizonte.
-          Ahí vienen…
Marito terminó de tragar y sonrió gatunamente (léase perversamente).
-          ¡Que vengan!
Bernardo siguió caminando por el pasillo interminable. Podia presentir que estaba llegando a su fin… algo se lo decía, probablemente su sexto sentido le estaría diciendo que… Su pensamiento se vio interrumpido cuando chocó de frente contra el gran portón que estaba delante suyo. “Claro, me ponen estas cosas en el medio a ultimo momento” pensó Bernardo para no pasar vergüenza con el mismo. De pronto, las puertas se abrieron y el cantinero pudo oír una voz.
-          Salve, Bernardo hijo de Oscar, hijo de Ramón, hijo de MIL MILLONES DE….
-          ¡Epa! – interrumpió el gordo. ¿Cómo sabes tanto vos?
El encapuchado se descubrió la cara para presentarse a Berni.
-          Yo, soy el que soy – le dijo mientras sonreía un simpático anciano calvo.
-          Pará, yo soy el que soy – se escandalizo el gordo mientras le apuntaba con un porrón a medio desenfundar.
-          No querido gordo, yo soy el que soy.
-          En todo caso vos sos el que sos, porque yo soy… eh… ¿Soy? Ah, no importa. Mucho gusto. Bernardo.
-          Estuve en contacto con el Bernardo del futuro – le explico el anciano. Me dijo todo lo referente a vos, o a él. Y veo que tenía razón… que tipo tan sincero. ¿Es verdad que los sábados te quedas siempre dormido?
-          ¿Los sábados nomas? Lo mío es un concierto de irresponsabilidad viejo – le dijo orgulloso.
-          Entonces… yo soy el ultimo guardián del Santo Porrón… ¿serás lo suficientemente responsable y honesto para heredarlo?
-          Viene con trampa – le dijo Bernardo.  Si te digo que si, se que no soy responsable porque me gusta dejar plantada a la gente y no estaría siendo honesto. Y si te digo que no, no me lo vas a dar… Así que voy a decir lo siguiente: ¡Popa! – gritó mientras lo empujaba al viejo y salía corriendo y se escondía detrás de una columna.
El viejo se levantó como pudo y al ver que sobresalía notoriamente la barriga de Bernardo y escuchaba su risa sofocada lo increpó.
-          ¡Se te ve la buzarda animal! Salí de ahí.
-          ¡No! ¡Tú la traes! – le dijo Bernardo con temor. Eh, bueno, no vale devolvidita.
El gordo lo encaró nuevamente esperando un reto, pero no llegó.
-          Mirá, vas a tener que elegir entre varios porrones, solo uno es el Santo Porrón, el Porron que da vida eterna, que salvará a los pecadores.
Se dirigieron hacia una mesa llena de porrones de distinta forma, tamaño y color. Bernardo comenzó a contemplar sin saber que hacer.
-          ¿Quién es el gordo asqueroso que está ahí parado y me señala? – preguntó Bernardo.
-          Eeeeh… ese sos vos… ¿no ves que hay un espejo?
-          Ah. – fue la única respuesta del cantinero.
La situación se hacía insostenible, Marito estaba herido por todas partes y aun asi seguía contraatacando furiosamente con sus uñas y sus escupitajos de bolas de pelos. El ejercito lybertiniano había roto el flanco de los Heinekitas y las batalla pronto tendría un funesto final.
“Apurate cementerio de ñoquis” pensó el felino mientras ejecutaba su mortífera danza del gato con botas. Pudo ver a Caja defendiendo la entrada a la cueva con ferocidad.
-          ¡NO PASARAAAAÁN! – gritó mientras clavaba su pajilla en la tierra.
Los enemigos estaban muy asustados como para atacar, hasta que su general los empujó a acabar con el gran cartón violento. Y Marito tuvo una idea. Tenía que boletear al general enemigo y quizás el ejército se desmoralizaría. Buen plan. Aunque no llegó a concretarlo. Una gran botella conectó en su cabeza y el mundo se volvió negro de repente.
“Sigue las señales… Cuando deseas algo con todas tus fuerzas, el Universo entero conspira para que lo logres” le había dicho Jeff antes de entrar en la cueva. Entonces decidió seguir la señal. Tomó la botella que su etiqueta decía “Santo Porrón” y fue en busca de sus amigos mientras el viejo le gritaba algo sobre la estupidez humana.
Cuando llegó hacia donde se desarrollaba la batalla tuvo una funesta visión. Los ejércitos aliados casi derrotados por la horda de herejes, Marito inconciente y Caja Vengadora agonizando en el suelo con muchas heridas en su cartón.
-          Vení gordo – le dijo respirando con dificultad.
-          Ni en pedo, la muerte es contagiosa.
-          Vení acá carajo porque si te busco vas a tener que ir los sabados a catequesis.
Bernardo asustado fue rápidamente hacia donde estaba su amigo.
-          Tengo el Santo Porrón – le dijo. Te voy a curar. Caja sonrió sin decir nada.
El gordo destapo el porrón con su oreja y sorprendentemente no había liquido… solo una nota garabateada rápidamente. “Lo que buscas está en el interior… Si gordo boludo, no es joda, lo tienes delante de tus ojos”.
Bernardo comprendió todo. ¿De donde había salido Caja? No había dado explicaciones. Sólo podía estar ahí por una razón… Introdujo su mano en la gran caja a través de las heridas y acto seguido sacó un Porrón dorado y negro de su interior… El Santo Porrón…
-          Gracias amigo – dijo Bernardo limpiándose los mocos en el cuerpo de su compañero.
Se puso de pie. Caja ya no respiraba. Marito lo hacía a duras penas. Bernardo deseó con todo su corazón que lo deje de hacer. Pero recordó la situación y destapó el Santo Porrón con la nariz. Hubo una gran onda expansiva que destruyó a todo libertiniano que estuvo cerca. La magnitud del desastre solo pudo contemplarse unos días después cuando se origino otro cráter sobre el que ya estaba. Un silencio de muerte ocupó el ambiente. Poco a poco los Heinekitas comenzaron a retirarse mientras su general saludaba y felicitaba a Bernardo. El gordo estaba como aturdido, sólo pensaba en el sacrificio de Caja. Quedaban muchos interrogantes. ¿Y su yo del futuro? ¿Y los libertinianos estarían todos muertos? ¿El lunes era feriado? ¿Cómo se llamaba ese chico…? ¿Javier o Gabriel…? Deberia estar feliz por el Santo Porrón, pero no pudo atinar a hacer nada hasta que solo quedó en el gran pozo el felino, Jeff y los restos de Caja.
-          Entierrenlo – dijo el gordo, a mi me duele la espalda… y sigue siendo sábado. Ya le había dado de tomar porrón a Marito y a Jeff y se había recuperado de sus heridas.
Antes de cubrirlo completamente con tierra el gordo le tiró un chorro de cerveza. – A tu salud cartón – dijo tristemente.
-          El me había dicho que esta tierra no lo dejaría morir – dijo Jeff. Quizas se equivoco. Se dio vuelta para unirse a Bernardo mientras Marito le dedicaba a la tumba un maullido de tristeza y de dolor. Los tres primeros grandes profetas se alejaron en silencio bajo el cielo gris. Y no pudieron ver cuando la mano de Caja surgió desde la tierra para aferrar con fuerza su pajilla.

viernes, 8 de abril de 2011

"La Búsqueda del Santo Porrón" Parte 4.

La llegada al Gran Pozo atrajo comportamientos erróneos en Mario, que se atrevió a hacer un chiste.
- ¿Saben cuál es el animal que es dos veces animal? ¡El gato! ¡Por que es gato y araña! ¿Entienden? ¡Soy dos veces animal!! 
No tardó en recibir un violento pajillazo de parte del reconocido cartón asesino como muestra de desagrado.
- ¡Aayy! – gimió afeminadamente el felino cual estribillo de Airbag.
Bernardo miraba alrededor en busca de Walter, pero no lograba encontrarlo. Después de un tiempo considerable de atenta observación con sus lentes 3D que le habían dado en el cine hacía sólo unas semanas, confirmó sus temores. Se acercaban los lybertinianos.
-       Bueno – comenzó Bernardo en tono solemne. Llega un momento en la vida de todo hombre que debe tomar una seria desición. A mi ya se me presentó ese momento cuando tuve que cambiar la figurita del Bati por la de Pikachu. Tristemente me enteré dos meses después que el álbum de Pókemon y el del Mundial del 94 eran cosas distintas. A lo que voy mis amigos. Son libres de seguir adelante conmigo, o tomar sus cosas y comenzar a...
-       ¡Chau Gordo! – lo interrumpió Marito al tiempo que sacudía una zarpa a modo de saludo y esbozaba una sonrisa gatuna (¿de que otra manera va a sonreír un gato que no sea gatunamente?).
-       ¡Paraaaaaá! – le gritó el cantinero. ¿No te das cuenta que lo pregunté por compromiso? ¡Vení ya para acá porque si te agarró te hago felpudo!
-       ¿Te crees que te tengo miedo? ¡Ñoqui mal amasado! – contraatacó furiosamente Mario.
Fue en ese momento cuando Caja Vengadora vió la necesidad de interrumpir.
-       ¡Parad! Tenemos un enemigo en común. No debéis enfrentaros cual alimañas iracundas desamparadas.
Marito y Bernardo lo contemplaron en un silencio sepulcral sin entender una palabra.
-       No jodan más – tradujo Caja.
Bernardo seguía tan perdido como sordo en tiroteo. Hasta que al fin comprendió.
-       ¡Ah! ¡Claro! Jaja. Dos veces animal. Porque es gato pero araña. O sea, araña del verbo arañar pero también hay que entenderlo a la vez como el bicho. ¡Que ingenioso!
Marito no pudo más que reír ante la inutilidad de Bernardo, pero eso logró descomprimir la situación.
Cuando se percataron ya casi tenían encima a los lybertinianos que acudían a ellos con fuertes gritos de guerra. Bernardo miró a sus compañeros, quienes asintieron con la cabeza y fueron al encuentro del enemigo gritando desaforadamente.
-       ¡Por Quilmeeeeees! – aulló Bernardo mientras se sacaba el cinto y lo revoleaba cual boleadora desenfrenada.
El maullido de Marito resonó por todo el valle y la canción de la propaganda de Cindor se hizo presente una vez más.
Bernardo había desandado a la carrera (trote ligero) unos 50 metros cuando tuvo que detenerse a tomar aire. Por lo cual Caja y Marito atacaron solos. El gato se elevó en los cielos y cayó con temeridad sobre sus enemigos, arañándolos, mordiéndolos y propinándole también furiosos lengüetazos llenos de pelos. La confusión se apoderó totalmente de los libertinianos cuando Caja comenzó a blandir su descomunal pajilla. Amagó un ataque por la derecha y tomando su arma con las dos manos golpeó en pleno rostro a un enemigo que salió despedido unos cuantos metros. El contingente enemigo comenzó a sobreponerse de la sorpresa inicial y atacaba precipitadamente con palos, envases descartables de Liberty y demás objetos del entorno. Al cabo de un rato Marito no tenía lugar donde no tuviera un golpe y Caja estaba machucado en diversos sectores de su cuerpo. El gato, como última jugada, utilizó su poder felino para detener la cámara, y hacerla girar al tiempo que propinaba una patada giratoria al mejor estilo Street Fighter. Al terminar de ejecutar su ataque, un caño PVC fue a dar en su lomo derribándolo aturdido.
En el instante en que se proponían acabar con su vida, un porrón surcó los aires explotando en una vorágine de cerveza y vidrios. Bernardo se había hecho presente.
-       Que bestia que soy – pensó Bernardo. Los gatos tienen siete vidas… Acabé de desperdiciar una buena cerveza.
Con la llegada del cantinero, la pelea se reanudó con ferocidad. Bernardo sabía pelear. Todo su cuerpo era un arma. Quedó demostrado al noquear a varios con su barriga descomunal. Cuando se vió enfrentado a tres rivales por su cuenta, sacó de su bolsa de trucos (así la llamaba él a pesar de ser una cartera de mujer) un libro de catequesis para adultos. “¿Por qué tengo esto?” pensó antes de arrojarlo como si de un boomerang se tratara. Básicamente, es un libro. Por lo que lo único que fue capaz de hacer fue atontar un poco a uno de los libertinianos. “Ahora si que soy boleta” pensó nuevamente Bernardo. En ese momento todo se detuvo mientras el cantinero reflexionaba. “No es justo que la vida termine así. Sé que soy un poco vago… Bueno, soy bastante vago… Está bien, no sirvo para nada. Pero no me lo merezco. Ahora que lo pienso bien, mi vida ha sido una serie de momentos de “ya fue, no voy, aviso a las 9:30”. Quisiera arrepentirme. Pero, ¿saben qué? No puedo. Porque realmente lo disfruté. Habrá sido un de los placeres mas grandes de mi vida. Y ahora estoy por morir. ¿Debería decirle al felino lo que siento por él? ¿Será amor? Porque estoy pensando en él y siento como mariposas en la panza. Ah, cierto que me comí unas mariposas antes de llegar acá. Tenía hambre. Esperen un momento… ¿Qué es eso?
El tiempo volvió a la normalidad justo cuando los enemigos se echaban sobre Bernardo. Pero no lo lograron hacer, fueron derribados por unos sujetos a caballo que atacan con grandes porrones como armas. Al poco tiempo, todos los libertinianos fueron reducidos y un silencio incómodo prevaleció en el Gran Pozo. Bernardo pudo observar a Caja, apoyado con dificultad en su pajilla, jadeando cansinamente. “Así que eso estar cansado” pensó Bernardo. También se fijo en Marito, quien se lamía sus heridas divertidamente.
-        Mmmh… soy más sabroso de lo que creía – afirmó el felino.
Pronto, dos jinetes se destacaron del grueso del ejército que tenían ante si y se aproximaron al grupo de amigos. – Bienhallado, oh Gran Buscador del Santo Porrón. Soy el general Russenhoff Heineken y él es mi teniente general Artémides Schneider. Bernardo se emocionó ante la presencia de tan ilustres personajes.
-       Gracias – dijo orgullosamente. No se hubieran molestado, lo nuestro era un tramite nomás.
-       Si, un trámite al matadero gordo. De acá salías hecho morcilla – le contestó Heineken. Escuchame y déjate de pavadas. Me llegó un mensaje del futuro de parte tuya. Me avisó de la pelea y del peligro que corrías. ¿Es paradójico no? Es lo único que podés correr vos, peligro. Porque en lo referente a actividad física sos un incompetente.
-       Actividad - ¿Qué? – preguntó Bernardo anonadado.
-       Un momento – interrumpió Marito. Hay algo que se me hace difícil comprender. Si vos mismo te estas ayudando desde el futuro ¿Por qué carajo no te decís donde está el Santo Porrón y listo?
En ese momento Bernardo no estaba prestando atención ya que se distrajo lamiendo sus propias heridas. Claro, era la única forma de curarse que había presenciado.
“Claro” pensó Marito. “No escuchó mi consejo. Por ese motivo no lo hará en el futuro. Y además si le digo puedo cambiar el curso de los acontecimientos y eso no sería bueno.
-       La historia es como un gran río mi querido felino – interrumpió una voz misteriosa. Podés tirar una piedra, un tronco, un Lamborghini, un Diabolo Bronco, pero eso no va a cambiar el cauce del río.
-       ¡Que capo eh! – se sorprendió Marito. ¿Quién anda ahí? ¿Y porque me lees la mente?
-       La pregunta, mi pequeño ser gatuno, sería ¿si yo no te interrumpía… hubieras preguntado eso?
-       Eh… No. – contestó con seguridad el gato.
-       Claro… es bastante obvio… Eh… La pregunta era otra… A ver… Esperá…
Pasó un buen tiempo donde reinó el silencio y la incomodidad. Al fin, la voz volvió a surgir.
-       Mirá, voy a serte sincero. En realidad no te leí los pensamientos. Me pareció una buena entrada que venía practicando desde hace años y me salió mal… Ah, ¿Qué mas da? Ya fue.
De la oscuridad surgió una figura corpulenta, vestía un sobretodo y llevaba un sombrero elegante. Y Bernardo, totalmente sorprendido, entendió quien era.
-       ¡Jeff Bridges! ¡Sos vos! – gritó emocionado.
-       Así es mi querido e inútil amigo, soy yo.
-       Pero ¿no estabas muerto? Te vi morir…
-       Necesitaba que creyeras que había muerto – sonrió Jeff.
-       Ehh… ¿para que? – interrumpió Marito. No tiene mucho sentido.
-       Ah, mi querido felino, pero si yo no lo hubiera dicho, no te lo hubieras preguntado.
Un murmullo de asombro recorrió la multitud ante la aparente sabiduría de Jeff.
-       ¡Pará un poco! – se escandalizó el felino. No tiene sen…
-       Felino – interrumpió Jeff con tono paternal. Debes controlar la furia o la furia te controlará a ti.
Esta vez hubo aplausos y vítores entre la multitud mientras aclamaban a Jeff. El sonreía y levantaba ambas manos saludando a la multitud. Bernardo derramaba abundantes lágrimas sobre su túnica. Se acercó a Jeff visiblemente emocionado y le dijo: “Verdaderamente eres el hijo del hombre”.
Marito contemplaba la escena con incredulidad. - ¿No se dan cuenta que hizo la gran Arjona? ¡Dio vuelta la frase! – se escandalizó el gato. Pero nadie le prestaba atención y se acercaban a Jeff para palmearlo y hablar con él.
-       Me presento, mi nombre es Jeff Bridges, Profeta de las Naciones del Norte, Amo de las Montañas y Guardián del Santo Porrón - dijo sonriendo levemente. Si mi querido Bernardo, te tenía que inducir a buscar el porrón, me di cuenta que eras muy inútil como para ir a buscarlo por tu cuenta y realmente esto de ser guardián por muchos años cansa. Necesito otro laburo, dentro de poco me jubilo y tengo que pensar en laburar en algo mejor. Supongo que me entendés lo que te digo. Bernardo, eres el elegido para ser el heredero del Santo Porrón. Antes de que te engendraras en el seno de tu madre, yo ya te había consagrado digno poseedor del Santo Porrón. Antes de que…
- Yo nací de un huevo, tarúpido - interrumpió Bernardo para corregir según su criterio. A mi me explicaron bien las cosas. Se ve que a vos te curtieron con el cuento de los cigüeñales.
- Cigueñas… - corrigió Caja, que hasta el momento había estado en silencio (las cajas de cartón no suelen hablar mucho). Jeff comenzaba a cuestionarse muy seriamente la elección del heredero…
Sacó un papel de su bolsillo y lo leyó disimuladamente para corroborar que no estuviese equivocado en lo que estaba haciendo. “Petiso, gordo, acompañado de un gato y una caja (por separado). Mentalmente muy retrasado” decía la profecía que el mismo había escrito años atrás. “Por más que lo lea mil veces no va a cambiar lo que dice el papel. El gordo es así de incompetente” pensó Jeff.
- Y si… sos vos -  dijo lamentándose para sus adentros. - El Santo Porrón esta al final de esta cueva - dijo el profeta señalando un hueco en la imponente pared de piedra. Tendrás que ir solo, Bernardo, tú eres el elegido. Bernardo comprendió, extrañamente, que debía dejar a sus amigos para poder ir en busca del Santo Porrón.
- Tomá-  extendió la mano Jeff dándole un walkie talkie. Se te va a complicar la bocha allá adentro. Vamos a estar comunicados, no te preocupes.
- Comando estelar a Buzz Light Year - comentó Bernardo acercándose al aparato.
La expresión en la cara de Jeff resumía una mezcla de angustia, pena, tristeza y frustración potenciada.
De pronto, a lo lejos divisaron un gran contingente de libertinianos dirigiéndose su ubicación.
-       Apurate gordo – le dijo Jeff. Ahora solo vos nos podés salvar de los herejes. ¡Metele gas!
Bernardo, entendiendo la gravedad de la situación se acercó a Marito y a Caja y después de jugar un “el que se cae tiene novia” se despidió emocionado de ellos.
-       Por acá no pasa nadie – dijo el gato alegremente mientras esbozaba su peligrosa sonrisa. Solo espero que no se acuerden que una vez no pude ir a un partido que me habían invitado estos libertinianos. Les avisé unos minutos antes que no iba por una paloma mensajera que… Ah… claro… me comí la paloma. Básicamente nunca supieron nada… Ja, mejor así. Se despidió del cantinero guiñando un ojo e interrogando a Caja. - ¿Qué te pasa calabaza? – le preguntó alegremente.
-       Soy una caja, no una calabaza – contestó agriamente el interpelado.
Marito sonrió desdeñosamente y saludó al cantinero.
Bernardo se armó de coraje, se subió el cierre del pantalón, y se adentro en la oscuridad de la cueva camino a su destino.
Le pareció oir en la lejanía las palabras de Jeff: “Está más cerca de lo que pensás”.