miércoles, 30 de marzo de 2011

"La Búsqueda del Santo Porrón" Parte 3.

Nota: Este capítulo está centrado un poco más en el desarrollo de la historia y del crecimiento interior de Bernardo para darse cuenta... lo inútil que es. La parte 4 está casi terminada. Sólo espero el momento oportuno.


Parte 3.



Bernardo había logrado algo casi imposible para la mayoría de los habitantes de la tierra. Se había desmayado tras golpear su nuca contra una ornamenta de alce que se encontraba en el hall de entrada del sindicato. El desmayo duro pocos minutos, pero el gordo aprovechó las circunstancias y se pegó tremenda siesta simulando así un desvanecimiento considerablemente violento de unas 3 o 4 horas.
Mario, que poco se había preocupado por el accidente en sí, ya que se encontraba profundamente inserto en un juego característico de su naturaleza gatuna, se divertía ajeno a las circunstancias.
- Jaque mate...- fueron las palabras pronunciadas por el astuto felino, mientras saboreaba un buen plato de Whiskas. De pronto Mario entendió que algo no estaba bien… ¿Por qué dijo “jaque mate” si sólo estaba comiendo? Pensó que era la influencia de Bernardo que lo había corrompido durante los días que pasaron juntos. Nuevamente se percató de otro detalle. ¿Qué carajo hacía encerrado en una jaula? Encogiéndose de hombros le volvió a echar la culpa al gordo tabernero. Pero al percatarse del sujeto que tenía al lado no pudo más que sorprenderse nuevamente.
- ¿Caja Vengadora?... ¿Sos vos? – preguntó Marito emocionado.
- Tu lo has dicho – contestó la caja de Cindor con voz cavernosa.
- Pero… ¿Qué hacés acá? -.
- Basicamente… ¿Qué te crees que toman los alcohólicos anónimos?
- ¿Cerveza? – preguntó Bernardo que acaba de despertar de su siesta.
La Caja Vengadora lo miró con pena. – Gordo… ¿Vos sos o te hacés? ¿Entrenás de lunes a viernes y ejercés fines de semana para ser tan IDIOTAAA?
-      Y feriados – agregó Bernardo orgulloso.
El gordo no entendía nada… ¿Mario en una jaula? ¿Comiendo? ¿Con la Caja Vengadora?
Poco tiempo tuvo para que su cerebro procesara los datos antes de que se escuchara la voz del líder sindicalista.
-      Muaja-ja-ja-ja ¿Siempre fuiste tan inútil gordo?”- se rió sádicamente Walter
-      No…antes no era así, creo que fue después de aquella mañana de verano que…
-      Eeeeh…era retórica…”- interrumpió el líder que ahora poseía el secreto de la ubicación del Santo Porrón y que había encerrado a Bernardo en una jaula para ornitorrincos.
-      Reto-¿qué?- exclamó Bernardo denotando su ignorancia ante tal vocablo.
-      Retórica… Significa que yo al preguntarte si siempre habías sido tan inútil no te estaba preguntando realmente eso, si no que quería hacerte ver que no servís para nada, o sea…. No tenias que contestar”
Bernardo miraba sin comprender una sola palabra, pero notando un sutil e imperceptible insulto dentro de ese complejísimo palabrerío.
Bernardo, molesto, utilizó su último recurso.
-      ¡Pica Walter! – gritó al tiempo que estampaba su manota en el lomo de Mario a través de los barrotes
-      En fin…Ahora me voy a buscar el Santo Porrón, y después me voy a jugar bingo con los del asilo, muajajaja! – se mofó Walter al tiempo que sacudía la cabeza negativamente.
El líder sindicalista partió con sus esbirros dejando en soledad a Bernardo, Marito y la Caja Vengadora.
Bernardo comenzó a frustrarse, pensando que todo estaba perdido y que el Santo Porrón terminaría en malas manos. Decidió huir con su pensamiento a su lugar feliz. Se imaginó con un tubo telefónico en sus manos, regodeándose de placer, mientras pronunciaba “no voy porque me duele el estómago”. Que lejos estaban esas épocas tan felices…
Fue ahí cuando escuchó la voz de Marito. - ¡Pensá gordo infeliz! No pueden quedarse con el Porrón! ¡Tenemos que escapar! -.
Bernardo tomó el porrón Palermo en sus manos contemplándolo atentamente como queriendo develar un gran misterio. Desde un lugar que no pudo determinar llegó a sus oídos la melodía de “Volver al Futuro”. ¿Era una señal? ¿Tenía el porrón Palermo algo en especial? ¿Acaso era… Un momento… Bernardo observó sobre su hombro a Marito tarareando y comprendió que era el gato quien entonaba la melodía.
-      Perdón, me gusta mucho la canción – se disculpó Marito mientras se daba un baño con sus propia lengua gatuna.
Contemplando a Marito detenidamente y pensando mas ágilmente de lo normal, pudo comprenderlo todo. - ¡AAAHH! - exclamó el gordo mientras en su rostro se dibujaba una macabra sonrisa. Ya entendí. La descomposición del infinito antro de frecuencias de ondas electromagnéticas nos sitúa en un desenfrenamiento ilógico por poder comprender la relación espacio-tiempo. Dentro de este desenfrenado deseo, el hombre se ve inmerso en la paradoja de que al intentar cambiar el pasado, está distorsionando la causa que le ocasionó poder realizar dicha acción. Por lo que al revertir el pasado esta variando su propia esencia y así bifurcando los hechos históricos predeterminados por los dioses, creando infinitas brechas espacio tiempo y así generando sin intención alguna, nuevas dimensiones paralela. Es decir…. -  Bernardo tomó el porrón y vertió el contenido sobre los barrotes de su jaula reduciéndolos a escoria. - Es decir que yo me envié ácido para poder liberarme. No era cerveza esto. Soy tan groso en el futuro que me mandé un arma para zafar.
Una vez que el cantinero hubo liberado al gato y a su acompañante, Caja Vengadora se arrodilló ante él con la pajilla enorme entre sus manos.
-      Oh Gran Ñoqui Buscador del Eterno Porrón, yo os juro lealtad y prometo defenderos incluso con mi vida si la vuestra corriera riesgo – pronunció solemnemente.
-      Eh si si… levántate – increpó el gordo. Pero súbitamente se dió vuelta con una expresión dubitativa en el rostro. – Puedooo… Eh… ¿Cómo decirlo? ¿Puedo probar un poquito de Cindor?
Sin mediar palabra la Caja tomó la pajilla gigante y se hizo un pequeño corte en un costado. – Bebé – le dijo.
-      Ay gracias por el piropo – contestó Bernardo.
-      No IDIOTA. Bebé, tomá, ingerí líquido. Pero cuidado, puedo morir si pierdo mucha chocolatada.
Una vez que Bernardo sació su sed, emprendieron camino sin saber muy bien por donde ir. Gracias a Marito pudieron rastrear fielmente a Walter y sus seguidores. Al parecer, el sindicalista, pensando que Bernardo jamás se iba a liberar, dejaba mensajes escritos indicando hacia donde iba.
“Bernardo, es muy gracioso que esté escribiendo esto, porque nunca lo vas a leer jaja. Por lo tanto tampoco vas a saber que vamos en dirección Sur hasta el Gran Pozo Lybertiniano, saludos cordiales”.
-      El Gran Pozo Lybertiniano – susurró el gordo con la vista perdida.
Esa noche sus compañeros de viaje lo escucharon llorar en sueños y despertar gritando al tiempo que llevaba su mano a la latita Quilmes más cercana.
Cuando no pudo conciliar el sueño contó lo que lo afligía ante la mirada gatuna y de cartón.
-      Yo era pequeño. Empezaba a realizar mis primeras ventas de cerveza en el exterior. Llegué al Gran Pozo sin saber que los lybertinianos detestan el alcohol. Fui tan ingenuo de ofrecerles una promo, se burlaron de mí. “Si gordo, promo te vamos a hacer cuando te fajemos” me dijeron socarronamente. Y ahí comenzó la lluvia de golpes. Saqué el porrón Artois de la funda y contraataque como pude. Finta por acá, finta por allá y zucundún zucundún, las olas y el mar.
Marito y Caja lo contemplaban anonadados.
-      Ehh… No entiendo – se sinceró Marito. ¿Fuiste al mar a escabiar con los pibes?
-      No, no… mar de patadas en la cara me morfé, felino. Los labios me quedaron como si hubiera estado chupando un limón todo el día. Y los riñones se me achicaron hasta tomar el tamaño de una pelotita de golf. Mear dolía más que ver un maratón de los teletubbies.
Me tiraron por un barranco todos los suministros de cerveza y a mí con ellos. Llegue abajo con fractura expuesta de omóplato. Pero bueno, resurgí de las cenizas como el Ave Struz.
-      Ave Fénix – corrigió Marito.
-      Bueno, no me sé el apellido – contestó el gordo rápidamente.
Al día siguiente comenzaron la marcha temprano. Sabían que iba a ser un día difícil. Se armaron hasta los dientes. Caja Vengadora encabezaba la marcha con su pajilla descomunal. Marito por su parte, había conseguido unas grandes botas de cuero, un sombrero de ala y había afilado sus garras hasta poder cortar un pelo de la barriga de Bernardo en dos. – No es gran cosa – había dicho el gordo. Mis pelos solamente tienen 1cm de grosor.
El cantinero se lo había tomado como una venganza personal. Llevaba en cada mano dos de sus mejores Artois listas para la batalla.
Y al mediodía llegaron… estaba allí… el Gran Pozo Lybertiniano. Sin saberlo, el Santo Porrón los esperaba allí.

sábado, 12 de marzo de 2011

"La Búsqueda del Santo Porrón" Parte 2.

Bernardo y el gato Mario atravesaban cansinamente las praderas despobladas. Realmente hacía mucho frío y no tenían con que guarecerse desde que el posadero pensó que era mejor cambiar sus abrigos de piel de oveja por una Quilmes edición 120 años.
-          Vos no entendés – había dicho Bernardo con ojos brillantes. Para el gordo esas cosas eran tan importantes como para Mario aparecer en el lugar preciso en el momento preciso.
Pronto, con sus extremidades casi congeladas, su humor se volvió huraño y para despejarse un poco entablaron conversación sobre los temas que concernían a la época.
-Si igual, ahora viste que a Poncio Pilato lo quieren destituir del cargo por que gasta el dinero de los impuestos en jabones y además consume agua en grandes cantidades, es una pérdida para Roma.
-Si, me enteré, perooo…. ¿que carajo tiene que ver con lo que veníamos hablando del Barça?
Mientras discutían, ajenos a lo que sucedía a su alrededor, hizo aparición un personaje de fachada mística pero carente total de inteligencia y  reflejos dignos de un ladrillo. Se hizo llamar a si mismo el mago Guillermo.
-Ahh! Mago…paraaa….-exclamó Marito.
- ¿Que necesitas?- lo increpó Bernardo elevando ligeramente el mentón.
-Estoy buscando….- contestó el mago Guillermo.
-¿Que estás buscando?-preguntó Marito algo molesto con la presencia física de ese error de la naturaleza.
- Todavía no lo sé, no estoy muy seguro. Solamente se que lo estoy buscando…- respondió Guillermo, sonriendo satisfecho con lo que había dicho.
Pensó a si mismo que crearía un ambiente de intriga lo suficientemente fuerte como para que su figura resulte interesante.
- Ajam….que bueno… Nosotros también buscamos algo y no tenemos tiempo que perder. Así que… ¿por que no te despedís con una bomba de humo ya que sos mago? - preguntó Bernardo deseando con todas sus fuerzas que le ocurriera lo mismo que a Jeff.
-Eeeh….está bien- contestó el mago de recursos limitados. Pero antes tengo una pregunta que hacerles... Si un árbol se cae en el bosque y no hay nadie par….
Una fuerte explosión repentina ocasionó que todos dieran de bruces contra el suelo.
Cuando se levantaron se encontraba ante ellos un hombre vestido con un sobretodo oscuro y un sombrero de copa. Su rostro era amable pero denotaba urgencia.
-          Tengo un paquete para… ¿Bernardo? ¿Puede ser?
El posadero se levantó raudamente y tomó con impaciencia el paquete para destrozarlo con violencia.
En su interior encontró un porrón Palermo con una nota garabateada en finos trazos. Comenzó a leer.
“Alguna zanja de algún lugar. 24 de Julio de 1885. Bernardo. Soy yo. Bernardo. O sea vos. Es decir que yo soy vos o quizás como estoy en el futuro y vos en el pasado podríamos decir que vos fuiste yo en tiempo y espacio. Pero me sorprende como alguien de tu (mi) limitada inteligencia puede llegar a concebir algo así.
Bernardo, no hay tiempo. Un suceso inesperado cambió el curso de los acontecimientos. Es de vital importancia que cumplas con tu misión y se restablezca las condiciones normales del espacio-tiempo. Vas a encontrar mas pistas en el campo de alcohólicos anónimos. Con afecto, yo (vos).
PD: Te adjunto una buena cerveza que podés implementar en la taberna. Ya se que va en contra de tus principios pero está cerveza es sana. Que el Santo Porrón te emborrache. Nema.”
-          ¡Asombroso! – se fascinó Bernardo. En el futuro voy a ser más inteligente.
-          Las brechas producidas en el espacio-tiempo generalmente hayan su razón de ser en algún augurio sideral predeterminado por los dioses – agregó Marito meditabundo.
Bernardo se lo quedó mirando en silencio con cara de no entender.
-          Es decir que todo sucede por un motivo – explicó el gato.
Bernardo no modificó su expresión.
-          ¿Cosas que nos suceden por el sólo hecho de vivir? – intentó una vez más explicar.
-          … -.
Con un bufido de frustración el gato extrajo dos cervezas. Con la boca arrancó de cuajo el pico de un porrón, lo escupió y acto seguido derramó el contenido en la cabeza de Bernardo mientras saboreaba el porrón restante.
-          Aaaah, podría significar esto, que el punto en el tiempo contiene intrínsecamente el significado cósmico de algún tipo. Casi como si fueran el punto de empalme para a quien corresponda su espacio-tiempo. Por otro lado, puede ser una coincidencia asombrosa – entendió finalmente Bernardo.
Obviamente dada la confusión el mago Guillermo se fue de la mano con el señor del correo proveniente del futuro. Ninguno de los dos amigos hizo preguntas. Pero cuando vieron que a lo lejos mutuamente se acariciaban el trasero cruzaron una mirada llena de perturbación.
-          ¿Todos los magos son así? ¿O es sólo éste que tiene problemas mentales avanzados? – se preocupó Bernardo.
-¿Deseas saber la aterradora verdad o prefieres verme bailar como Michael Jackson?- respondió Marito.
La confusión se apodero completamente de Bernardo. Aunque decidió no hacer mas comentarios por el resto del día.
Ya anochecía. Luego de discutir acerca del lugar donde armarían la carpa se dieron cuenta de que no poseían una, por lo que decidieron dormir arriba de un secuoya.
 Se despertaron cuando abrieron los ojos, y luego de hacer buches con oral B, partieron a cumplir su misión.
No estaban muy lejos de su destino, pero una impaciente sensación de premura se apoderó de Bernardo.
Caminaron dos horas con el soundtrack  “Dos Pasitos” de DJ Marito hasta arribar a una gran extensión poblada. Pudieron leer en el cartel de entrada al recinto “Bienvenidos al valle de los alcohólicos anónimos”. Y no pudieron reprimir una estúpida sonrisa al leer su slogan. “O te curás… o no”.
¡Llegamos!- gritó Bernardo mientras dejaba salir un moco de su boca envuelto en saliva.
Caminaron cuesta arriba por una lomada y efectivamente lograron ver que era un valle el cual estaba lleno de gente que empuñaba furiosamente… diversas bebidas alcohólicas en sus manos.
Encararon al primero que se le cruzó.
-¡Hola! ¿Quién sos?- preguntó Marito.
Me llamo Gustavo y soy alcohólico- dijo sin considerar seriamente sus palabras
¡¡¡¡IDIOTAAAA!!!!...¡¡¡SE SUPONE QUE SOS ANÓNIMO!!!- le gritó un compatriota que se hallaba a unos metros.
-          ¡Callate Juan! ¡vos también sos alcohólico! – respondió tratando de imponer respeto, cosa de la cual estaba muy lejos.
Bernardo no quería entrometerse en disputas para no perder tiempo. Decidió alejarse de la escena arrastrando de los pelos a Mario, a quien le encantaban este tipo de peleas ya que era donde podía hacer uso de la fuerza extrema de la que era dueño: su devastadora sonrisa gatuna.
Por suerte encontró una sucursal del Sindicato de Cerveceros Israelitas e ingresó rápidamente.
-          Acá nos van a ayudar – le comentó a Marito. Labure mucho con estos tipos, me quieren bastante después de trabajar durante años días enteros para que podamos fortalecer el sindicato.
Ni bien hubo abierto la puerta que sus compañeros de gremio ya lo había identificado.
-          ¡Oooh! ¡Mirá! ¡Es Bernardo! – dijo sorprendido un individuo barbudo.
-          ¡Si! – acotó otro. ¿Qué pasa Bernardo? ¿Es 29 de Febrero que caen todos los ñoquis?
Bernardo se sonrojó al quedar en evidencia ante su amigo felino.
-          ¿Qué capo eh?- dijo el gato sonriendo con malicia.
Fue lo último que escuchó Bernardo cuando un fuerte golpe en la nuca lo dejó inconsciente…

Continuará…

jueves, 3 de marzo de 2011

"La Búsqueda del Santo Porrón"

Israel. Año 20 después de Cristo. La fría noche se cernía sobre la taberna de los barrios bajos de Jerusalén. Dentro hacía un calor de los mil demonios y varios parroquianos aprovechaban para beber un trago. Nadie sabía que el cantinero traficaba la cerveza. Era su secreto más oculto… o eso era lo que creía. Bernardo era una persona que se perseguía constantemente, por eso después de despachar cada cerveza le aseguraba a sus clientes con una sonrisa cómplice: “¡Disfrútela! ¡Que no es traficada!” De esta manera pensaba en ahuyentar todo tipo de sospechas con respecto a la bebida. Aquella noche todo iba como siempre hasta que una persona un tanto peculiar entró en la taberna. Cuando Bernardo se dió vuelta divisó la figura de Jeff Bridges que instantes antes le había palmeado el trasero.
-          Uy, perdona…te confundí con otro…vos sos?- preguntó Jeff para zafar del momento levemente incomodo.
-           Yo soy…el que soy- contestó Bernardo orgulloso de su respuesta.
Jeff se sorprendió y añadió - Ah…sos telemarketer…. Como todos…-
-          No, pascual- contestó luego de un largo eructo- soy cantinero, trafico cerveza ilegal - dijo Bernardo, dándose cuenta de que no era muy buena idea comentar ese detalle.
Jeff le clavó la mirada y le dijo – Mira gordo, yo sé mejor que vos quién sos, así que vení acompañame que te tengo que contar algo. Se sentaron y luego de dos horas de larga charla, Jeff exclamó:
-          Y bueno, esa es la cuestión, hasta ahí viene bastante fácil. ¿Entendiste hasta ahora? -.
Moviendo la cabeza en señal de afirmación Bernardo le contestó – No… No entendí nada…-.
Y fue así como Jeff le volvió a contar a Bernardo la historia del Santo Porrón. Un porrón que había sido traído al mundo por el hermano del Dios Baco…Faso, quien se lo había entregado a los humanos para que gozaran de algo que sólo los Dioses del Olimpo podían gozar. Un porrón de infinito contenido. Ese talismán a la felicidad eterna se hallaba muy escondido en algún lugar del valle de los alcohólicos anónimos.
-          Tú, debes ser quien lo posea- dijo Jeff, quien se paró e intento tener su salida triunfal con una bomba de humo, lo que hubiese sido cuasi mágico si no se hubiese confundido con una granada de mano, causa por la cual murió instantáneamente.
Bernardo era ahora  poseedor de un secreto tan importante, tan crucial para la humanidad y para el S.C.I (Sindicato de Cerveceros Israelitas), que se lo olvidó. Días después, barriendo los pedazos de Jeff, encontró un mapa que indicaba donde supuestamente estaba el Santo Porrón. – Caminá derecho 50 kilómetros, girá para la izquierda 360°, caminá otros 2 kilometros haciendo el pasito de Rocky y complementalo con un Backflip invertido de 540° a 23km/h a 245 Farenheit…- leyó Bernado detenidamente… No parecía muy difícil… Después de todo era traficante de cervezas. Fue allí cuando recordó todo y se puso en marcha.
Camino al valle, y siguiendo el mapa, Bernardo pensaba principalmente en dos cosas, una era en la historia de Jeff, ¿seria verdad? ¿Por que mentiría?, y la otra… Un momento… ya son dos cosas que se preguntaba… no podía haber otra más. Entonces Bernardo se preguntó si serían tres cosas lo que lo inquietaban, pero esa misma pregunta implícita ya sería la tercera y no daba lugar a otra más… Decidió dejarlo a un lado y continuó su camino con la mente en blanco.
Llevaba dos dias de caminata, cuando Bernardo logra divisar una escena desgarradora al lado del camino. Un gato siendo atacado por empleados de tarjeta naranja,  que le ofrecían todo tipo de opciones, tratando de convencerlo de su servicio y los beneficios del extraño cartón color salsa golf. El gato estaba abrumado, a punto de un colapso nervioso, escupiendo enormes bolas de pelos e insultando en Gaturrentino. Bernardo, inspirado divinamente con una ira que jamás había experienciado estando sobrio, se abalanzó sobre los empleados, pero resbaló con una pera que había por allí, estrellándose con el piso,  lo que ocasiono un desequilibrio en la armonía espacio-tiempo, creando un vórtice que se llevo a los malvados agentes de tarjeta naranja a otra dimensión. - ¡Otra vez! – se quejó Bernardo.
Tardó varios minutos en levantarse, pero cuando lo hizo miró al gato, y le dijo:
-          Me debes una intento de felino amanerado. Me duele todo-.
El gato lo contempló con una mezcla de asco y asombro.- Gracias, los de Banelco jamás me hubiesen perdonado haber tenido tarjeta naranja. Ah por cierto,  me llamo Mario, pero vos podés decirme Marito- dijo mientras le guiñaba el ojo.
Hubo un silencio considerablemente incómodo, hasta que Bernardo dejó de sacarse los mocos con el pico de una Heineken y arrastrando las palabras se presentó. - yo…yo…Yo soy el que soy- cada vez más convencido de que esa frase incrementaba su nivel de inteligencia al decirla.- Y estoy en búsqueda de un tesoro-.
OOooooooh, un tesoooroo- dijo Marito,- te…te puedo acompañar?
Bernardo recordó las palabras de Jeff, quien le dijo: “Que buen sombrero que tenés, mi tía tenía uno igual”, y aunque no pudo conectar que tenía que ver con la propuesta de Marito, accedió ser acompañado por un gato.
-Está bien, podés venir- dijo cansinamente Bernardo.
- ¡Que capo ehh! – dijo el gato con entusiasmo. – Desde ahora en adelante seremos compañeros.
Bernardo prefirió no acotar nada para no gastar su preciosa y rasposa voz. Y así continuaron en la búsqueda del Santo Porrón, juntos, Bernardo y Marito. Borracho y Gato.