domingo, 9 de octubre de 2011

"La Gran Guerra" Parte 1.

Empacar era algo fácil para Bernardo. Tantos años como tabernero lo habían puesto en más de una situación en la que era necesario desertar audazmente. Sobre todo cuando las amenazas de muerte le llegaban día tras día redactadas en servilleta. “Gordo entregá la birra porque cagás acá nomás…”. “Hace 2 meses que te estoy cavando la tumba gordo. ¡Preparate!” “Te imagino girando sobre las brasas”. Ciertamente que habían sido años difíciles, pero él ya los había superado y ahora tenía nuevos amigos… Amigos que lo estaban esperando.
Se despidió de ese pequeño despacho que lo había albergado los últimos meses y partió a su destino. Camino al valle, Bernardo estaba sumido en sus pensamientos. Se cuestionaba miles de cosas. Cosas que uno piensa en momentos en los que no se ve presionado por el correr de los minutos. Se preguntaba como estarían sus amigos. ¿Seguirían en el mismo estado en el que los había conocido? ¿El Santo Porrón seguiría siendo fuente de cerveza o acaso se agotaría? ¿Alumni volvería a primera división? ¿De que color serían las cerezas en Australia? ¿Que significaría la palabra esfuerzo? La había oído muchas veces desconociendo su significado siendo presa de un escalofrío en su nuca. Todo esto ocupaba la cabeza del cantinero mientras la pequeña vela que había dejado encendida junto al colchón de paja comenzaba un voraz incendio que acabaría con la vida de los 32 mapaches y del casero del lugar.
Tras un largo día de caminata divisó una figura felina al costado del camino. Bernardo comenzó a asociar.
-          Mmh… Figura… Felino… Camino… Logaritmo de (X+2) – 1… Cerveza artesanal… Brecha espacio-tiempo… Sábado… ¿Será un mapache?... No… me faltó un elemento clave… ¡Sonrisa gatuna! – exclamó astutamente el gordo. - ¡Marito! ¡Sos vos!
-          ¡Por desgracia si gordo! – le gritó el gato mientras se abalanza cariñosamente sobre la cara de Bernardo ocasionándole heridas lacerantes de tercer grado y escupiéndole numerosas y sustanciosas bolas de pelo en la cara.
-          ¡Ay picarón! Siempre demostrando cariño así vos….
-          Si… Ehh… Claro, cariño – dijo el felino incómodamente. Justo vi que venías y que estabas cerca. No estás en tu mejor forma, estabas a cien metros y tardaste casi 30 minutos en llegar.
-          No, lo que pasa es que es sábado – se disculpó el tabernero.
-          Cierto. Bueno, vamos a lo de Jeff. Es aquella casa que está pasando la loma de burro.
-          ¿Qué pasa con mi lomo? – inquirió Bernardo preocupado mientras se palpaba la espalda.
-          Definitivamente, te extrañaba gordo.
Al cabo de unos minutos se hallaban tocando la puerta de la tosca cabaña de su amigo.
-          ¡Sea quien seas entrá por la ventana que está abierta! – el grito procedía del interior.
-          Ehhh… no paso por ahí… ¿Jeff sos vos? – se quejó Bernardo.
Se hizo un silencio sepulcral en la cabaña. La puerta sea abrió con un ligero crujir. La sombra de un sujeto se materializó. Sombrero de copa, sobretodo, botas de cuero y una corbata multicolor.
-          Pensé que nunca me lo ibas a preguntar… - dijo la sombra.
Acto seguido la puerta se abrió violentamente y Jeff estrechó en un fuerte abrazo al tabernero.
-          ¡Tanto tiempo gordo bastardo! – exclamó con alegría.
Marito estaba parado en la ventana contemplando la escena con lágrimas en sus felinos ojos.
-          ¿Siempre hacés entrar a la gente por la ventana? – preguntó aún con lágrimas en los ojos.
-          En realidad no, estaba guardando esa respuesta hasta que llegaran ustedes, sabía que Bernardo no pasa por la ventana… Imaginate, 10 años haciendo esa joda… Tuve que matar a cinco ladrones y dos marmotas bolivianas que resultaron ser agentes encubiertos de la CIA. Por este incidente huí del país por un año. Las marmotas pedían la extraditación asi que tuve que irme a Perú donde no hay acuerdo de extraditación con marmotas bolivianas. Finalmente me declararon inocente por error.
-          Ah, a mi me pasó algo parecido con los corredores de bolsa – dijo Marito poniéndole mala cara a Bernardo.
-          Me lo decís como si hubiera mandado una carta a los corredores haciéndome pasar por vos, haciéndoles creer que tenia secretos de estado importantísimos que los involucraba a ellos – dijo el gordo sospechosamente.
-          Si no te da el coeficiente para pensar eso gordo – le dijo Jeff. Vení vamos a tomar algo.
Terminaron de saludarse con gran emoción por el rencuentro y procedieron a sentarse en el living de la humilde choza de Jeff.
- Prendete el LED TV Samsung y el Reproductor de Blue-Ray así lo conexionamos como decodificador de la señal digital HD Full Pack Incorporeited de Direct TV y vemos el partido del Barcelona. Aguántame que me conecto con la Mac-Pro 4 System Prolified a la red de control de temperatura centralizada y bajo 3,4°F la temperatura porque está empezando a hacer calor – dijo Bernardo cual niño ilusionado con su nuevo muñeco de acción de Miranda, el cual incluye la guitarra de Lolo.
 - Ah…por cierto - exclamó Jeff antes de dirigirse a la cocina, como prediciendo una pregunta de colosal importancia; ¿Cerveza o gaseosa?
Se hizo un silencio sepulcral. Bernardo erradicó la sonrisa de su rostro, se puso de pie, y sin adulterar ni un poco su expresión comentó:“ Jamás pensé que me lo fueras a preguntar. Dame una Heineken Durgestchburgen otoñal de cebada semi tostada con granulos de trigo pre-desperfilitireado a 9,02345°Celcius por favor”.
-          ¡!Jajajaja!! – las carcajadas de Jeff resonaron el estancia. Tengo Quilmes gordo inepto. No te quejes que vos tuviste el Santo Porrón 10 años. Además no tenemos mucho tiempo que perder, tengo algo que mostrarles. Le facilitó la bebida a Bernardo y a continuación se agachó a buscar algo debajo del sillón y revolviendo algunos papeles y ratones muertos, extrajo un papiro arrugado y manchado al que le faltaba un pedazo en la esquina.

-          Después de 8 años en las colinas de Lieber sin haber obtenido un solo dato sobre libertynianos, decidí trasladarme a la isla de Haanserfik donde me hospedé en la cabaña de un viejo amigo que me mantuvo un largo tiempo a cambio de que cuidara su plantación de paltas. Rondando un día por el pequeño pueblo de la isla, me encontré esté panfleto que parece ser de los malditos sobrios que debemos matar.

-          ¿Que sobrios? - Interrumpió Bernardo.

-          Los aborrecedores del alcohol - exclamó Marito que se encontraba acostado panza para arriba en el sillón jugando con un ovillo de lana mientras escuchaba el relato de Jeff.

-          ¿¿Cuaaales?? - volvió a preguntar Bernardo esta vez con un tono más desconcertante y frunciendo el ceño.

-          ¡Los lybertinianos gordo infructuoso! - Gritó Jeff harto de la inutilidad del cantinero.
 Bernardo mantuvo su mirada perdida, abstraída, señal de que no estaba a la altura de comprender lo que intentaban explicarle.
Una vez hubo iniciado el sistema operativo de la notebook de Jeff, procedió a mostrarle un Power Point armado por Marito acerca de los lybertinianos. Dada la escasa capacidad de concentración del felino, las imágenes explicativas se veian entremezcladas con fotos de ratones, ovillos de lana, empleados de tarjeta naranja, diversos gatos y gatas y finalizaba con una foto de Caja Vengadora fracturando lybertinianos a placer.
-          ¡Ah! – gritó el gordo. Eso es lo que estuve haciendo todos estos años, claro. Persiguiendo lybertinianos. Dale, seguí.
-          Si quisieras ser más inútil probablemente no podrías – dijo Jeff irritado.
-          ¿Acaso tenés una idea de la implicancia que Bernardo conciba esa idea? Es muy probable que se produzca un cataclismo generacional a nivel espacio-tiempo-latitud-longitud-cervecil.
-          En fin – interrumpió Jeff. Los lybertinianos están reuniendo un ejercito. Esto es lo que dice el panfleto. Estan enrolando malditos sobrios a partir de los 11 años. La situación es seria. Pero por suerte ya tengo los primeros pasos a seguir. He oído rumores que por Palestina hay un hombre que convirtió el agua en vino. No se sabe a ciencia cierta si es un mago, si lo hizo en serio, o si es todo mentira. Pero es nuestra única esperanza para poder unir fuerzas con alguien que tiene nuestras preferencias y que seguramente odia a los lybertinianos.
-          ¿Vino espumante? – preguntó Bernardo.
-          No…
-          ¡Ja! Aficionado.
-          Bernardo está celoooso, Bernardo está celoooso – comenzó a canturrear Marito dando vueltas alrededor del espécimen de homo-sapiens que respondía al nombre de Bernardo.
-          ¿Yo celoso? Jamás, ¡intento de puma!
-          Dejen de pelear que nos tenemos que ir a la B – interrumpió Jeff.
-          Otra vez haciendo chistes vos…
-          ¿Qué chiste? Dicen que ese misterioso sujeto esta en la montaña llamada “B”.
“Así fue que los amigos comenzaron su nueva aventura. No sabían lo que hacían, pero igualmente no tenían perdón. Fue aquel día que el tabernero puso a disposición de sus amigos lo que el llamaba “Bernardomóvil”. Una suerte de vehículo con forma de botella de Quilmes que eventualmente en vez de utilizar combustible, se nutría del brebaje tan codiciado por los borrachos. Al tabernero se le había ocurrido semejante idea cuando concibió la infinitud del Santo Porrón. Pero fue miles de años después que sucedió esto, cuando el Bernardo del futuro tuvo el suficiente tiempo como para entender semejante consigna. Y es así que se envió desde el futuro semejante móvil para ayudarse a si mismo a cumplir su misión, lo que le daba sentido a su mísera existencia”.
El Bibliotecario contempló una última vez antes de cerrar el libro y dejar de escribir. Era suficiente por el momento. Deseó que aquel grupo de amigos tengan su merecido por generarle semejante caos en el espacio-tiempo. Pero aún así no pudo evitar reír. No existía un ser que pueda ser tan inútil e idiota. Y ese ser tenía nombre. Bernardo. Lo que no sabía el Bibliotecario era que incluso podía ser más incapaz de lo que aparentaba…