Parte 3.
Bernardo había logrado algo casi imposible para la mayoría de los habitantes de la tierra. Se había desmayado tras golpear su nuca contra una ornamenta de alce que se encontraba en el hall de entrada del sindicato. El desmayo duro pocos minutos, pero el gordo aprovechó las circunstancias y se pegó tremenda siesta simulando así un desvanecimiento considerablemente violento de unas 3 o 4 horas.
Mario, que poco se había preocupado por el accidente en sí, ya que se encontraba profundamente inserto en un juego característico de su naturaleza gatuna, se divertía ajeno a las circunstancias.
- Jaque mate...- fueron las palabras pronunciadas por el astuto felino, mientras saboreaba un buen plato de Whiskas. De pronto Mario entendió que algo no estaba bien… ¿Por qué dijo “jaque mate” si sólo estaba comiendo? Pensó que era la influencia de Bernardo que lo había corrompido durante los días que pasaron juntos. Nuevamente se percató de otro detalle. ¿Qué carajo hacía encerrado en una jaula? Encogiéndose de hombros le volvió a echar la culpa al gordo tabernero. Pero al percatarse del sujeto que tenía al lado no pudo más que sorprenderse nuevamente.
- ¿Caja Vengadora?... ¿Sos vos? – preguntó Marito emocionado.
- Tu lo has dicho – contestó la caja de Cindor con voz cavernosa.
- Pero… ¿Qué hacés acá? -.
- Basicamente… ¿Qué te crees que toman los alcohólicos anónimos?
- ¿Cerveza? – preguntó Bernardo que acaba de despertar de su siesta.
La Caja Vengadora lo miró con pena. – Gordo… ¿Vos sos o te hacés? ¿Entrenás de lunes a viernes y ejercés fines de semana para ser tan IDIOTAAA?
- Y feriados – agregó Bernardo orgulloso.
El gordo no entendía nada… ¿Mario en una jaula? ¿Comiendo? ¿Con la Caja Vengadora?
Poco tiempo tuvo para que su cerebro procesara los datos antes de que se escuchara la voz del líder sindicalista.
- Muaja-ja-ja-ja ¿Siempre fuiste tan inútil gordo?”- se rió sádicamente Walter
- No…antes no era así, creo que fue después de aquella mañana de verano que…
- Eeeeh…era retórica…”- interrumpió el líder que ahora poseía el secreto de la ubicación del Santo Porrón y que había encerrado a Bernardo en una jaula para ornitorrincos.
- Reto-¿qué?- exclamó Bernardo denotando su ignorancia ante tal vocablo.
- Retórica… Significa que yo al preguntarte si siempre habías sido tan inútil no te estaba preguntando realmente eso, si no que quería hacerte ver que no servís para nada, o sea…. No tenias que contestar”
Bernardo miraba sin comprender una sola palabra, pero notando un sutil e imperceptible insulto dentro de ese complejísimo palabrerío.
Bernardo, molesto, utilizó su último recurso.
- ¡Pica Walter! – gritó al tiempo que estampaba su manota en el lomo de Mario a través de los barrotes
- En fin…Ahora me voy a buscar el Santo Porrón, y después me voy a jugar bingo con los del asilo, muajajaja! – se mofó Walter al tiempo que sacudía la cabeza negativamente.
El líder sindicalista partió con sus esbirros dejando en soledad a Bernardo, Marito y la Caja Vengadora.
Bernardo comenzó a frustrarse, pensando que todo estaba perdido y que el Santo Porrón terminaría en malas manos. Decidió huir con su pensamiento a su lugar feliz. Se imaginó con un tubo telefónico en sus manos, regodeándose de placer, mientras pronunciaba “no voy porque me duele el estómago”. Que lejos estaban esas épocas tan felices…
Fue ahí cuando escuchó la voz de Marito. - ¡Pensá gordo infeliz! No pueden quedarse con el Porrón! ¡Tenemos que escapar! -.
Bernardo tomó el porrón Palermo en sus manos contemplándolo atentamente como queriendo develar un gran misterio. Desde un lugar que no pudo determinar llegó a sus oídos la melodía de “Volver al Futuro”. ¿Era una señal? ¿Tenía el porrón Palermo algo en especial? ¿Acaso era… Un momento… Bernardo observó sobre su hombro a Marito tarareando y comprendió que era el gato quien entonaba la melodía.
- Perdón, me gusta mucho la canción – se disculpó Marito mientras se daba un baño con sus propia lengua gatuna.
Contemplando a Marito detenidamente y pensando mas ágilmente de lo normal, pudo comprenderlo todo. - ¡AAAHH! - exclamó el gordo mientras en su rostro se dibujaba una macabra sonrisa. Ya entendí. La descomposición del infinito antro de frecuencias de ondas electromagnéticas nos sitúa en un desenfrenamiento ilógico por poder comprender la relación espacio-tiempo. Dentro de este desenfrenado deseo, el hombre se ve inmerso en la paradoja de que al intentar cambiar el pasado, está distorsionando la causa que le ocasionó poder realizar dicha acción. Por lo que al revertir el pasado esta variando su propia esencia y así bifurcando los hechos históricos predeterminados por los dioses, creando infinitas brechas espacio tiempo y así generando sin intención alguna, nuevas dimensiones paralela. Es decir…. - Bernardo tomó el porrón y vertió el contenido sobre los barrotes de su jaula reduciéndolos a escoria. - Es decir que yo me envié ácido para poder liberarme. No era cerveza esto. Soy tan groso en el futuro que me mandé un arma para zafar.
Una vez que el cantinero hubo liberado al gato y a su acompañante, Caja Vengadora se arrodilló ante él con la pajilla enorme entre sus manos.
- Oh Gran Ñoqui Buscador del Eterno Porrón, yo os juro lealtad y prometo defenderos incluso con mi vida si la vuestra corriera riesgo – pronunció solemnemente.
- Eh si si… levántate – increpó el gordo. Pero súbitamente se dió vuelta con una expresión dubitativa en el rostro. – Puedooo… Eh… ¿Cómo decirlo? ¿Puedo probar un poquito de Cindor?
Sin mediar palabra la Caja tomó la pajilla gigante y se hizo un pequeño corte en un costado. – Bebé – le dijo.
- Ay gracias por el piropo – contestó Bernardo.
- No IDIOTA. Bebé, tomá, ingerí líquido. Pero cuidado, puedo morir si pierdo mucha chocolatada.
Una vez que Bernardo sació su sed, emprendieron camino sin saber muy bien por donde ir. Gracias a Marito pudieron rastrear fielmente a Walter y sus seguidores. Al parecer, el sindicalista, pensando que Bernardo jamás se iba a liberar, dejaba mensajes escritos indicando hacia donde iba.
“Bernardo, es muy gracioso que esté escribiendo esto, porque nunca lo vas a leer jaja. Por lo tanto tampoco vas a saber que vamos en dirección Sur hasta el Gran Pozo Lybertiniano, saludos cordiales”.
- El Gran Pozo Lybertiniano – susurró el gordo con la vista perdida.
Esa noche sus compañeros de viaje lo escucharon llorar en sueños y despertar gritando al tiempo que llevaba su mano a la latita Quilmes más cercana.
Cuando no pudo conciliar el sueño contó lo que lo afligía ante la mirada gatuna y de cartón.
- Yo era pequeño. Empezaba a realizar mis primeras ventas de cerveza en el exterior. Llegué al Gran Pozo sin saber que los lybertinianos detestan el alcohol. Fui tan ingenuo de ofrecerles una promo, se burlaron de mí. “Si gordo, promo te vamos a hacer cuando te fajemos” me dijeron socarronamente. Y ahí comenzó la lluvia de golpes. Saqué el porrón Artois de la funda y contraataque como pude. Finta por acá, finta por allá y zucundún zucundún, las olas y el mar.
Marito y Caja lo contemplaban anonadados.
- Ehh… No entiendo – se sinceró Marito. ¿Fuiste al mar a escabiar con los pibes?
- No, no… mar de patadas en la cara me morfé, felino. Los labios me quedaron como si hubiera estado chupando un limón todo el día. Y los riñones se me achicaron hasta tomar el tamaño de una pelotita de golf. Mear dolía más que ver un maratón de los teletubbies.
Me tiraron por un barranco todos los suministros de cerveza y a mí con ellos. Llegue abajo con fractura expuesta de omóplato. Pero bueno, resurgí de las cenizas como el Ave Struz.
- Ave Fénix – corrigió Marito.
- Bueno, no me sé el apellido – contestó el gordo rápidamente.
Al día siguiente comenzaron la marcha temprano. Sabían que iba a ser un día difícil. Se armaron hasta los dientes. Caja Vengadora encabezaba la marcha con su pajilla descomunal. Marito por su parte, había conseguido unas grandes botas de cuero, un sombrero de ala y había afilado sus garras hasta poder cortar un pelo de la barriga de Bernardo en dos. – No es gran cosa – había dicho el gordo. Mis pelos solamente tienen 1cm de grosor.
El cantinero se lo había tomado como una venganza personal. Llevaba en cada mano dos de sus mejores Artois listas para la batalla.
Y al mediodía llegaron… estaba allí… el Gran Pozo Lybertiniano. Sin saberlo, el Santo Porrón los esperaba allí.
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